Netflix - 4 Puntos

Crítica de "La casa de papel 5", de la obviedad a la adicción sin escalas

La serie, que recrea las aventuras de “El Profesor” y su banda delictiva, sigue siendo tan obvia, carente de ideas y recursos formales como, contradictoriamente, adictiva. Eso sí, con mucho dinero en producción y un despliegue técnico y artístico que busca tapar todos los baches que la llevarían a desbarrancar precipitadamente.

sábado 04 de septiembre de 2021

La casa de papel, a lo largo de sus cuatro partes anteriores, nunca resistió ningún tipo de análisis que destacará algo a su favor, salvo que, por alguna extraña razón, y aún frente a la ausencia de recursos narrativos y estilísticos, no sólo se convertiría en la serie española más famosa de los últimos años, sino que además generaba, como una droga, una especie de adicción en el espectador que hacía imposible dejar de verla. Es cierto que la inteligente estrategia de marketing articulada por detrás ayudó a su éxito y, también que, la mayoría de las veces, son aquellos productos mediocres los que triunfan de manera masiva y a los que, pese a saber que son inverosímiles, forzados, sobreactuados y hasta nocivos, uno no puede resistirse.

La quinta parte de esta última entrega de la saga, creada por Álex Pina, que Netflix decidió dividir en dos volúmenes, para así extender un poco más el éxito, es literalmente una guerra. Si en la cuatro se dejaba de lado el atraco para explorar en una psicología barata de los personajes, ahora eso ya no importa y la dinamita (en sentido literal) explota por todos lados.

“El Profesor” es “capturado” por la inspectora Alicia Sierra, que ya no lo es, dará a luz en breve, y fue traicionada por su propia gente, mientras Lisboa toma las riendas del atraco al banco. Las mujeres se vuelven protagonistas para subirse a la ola feminista y ser políticamente correctos. Todo podría resolverse en un episodio de hora y media pero el éxito debe continuar y para alargar todo nada mejor que recurrir a los flashbacks que recuerdan el amor trunco entre Tokio y Rene (el internacional Miguel Ángel Silvestre) y la relación entre Berlín y su hijo Rafael (Patrick Criado en tal vez la mejor actuación que veremos en uno de finales más anunciados del año ), una incorporación forzada a la trama y al equipo, pero que sirve como excusa para resucitar de nuevo al muerto.

De entre las actuaciones se destaca el personaje de Najwa Nimri frente a un grupo de actores que se repite y no apuesta ni busca nada nuevo. El éxito está y para qué cambiar. El resto son explosiones, tiros, peleas, gritos, policías frente al ejército, rehenes frente a secuestradores, gobierno frente al pueblo, traidores frente a traidores, en síntesis, un todos contra todos, intercalados con momentos del pasado que no le aportan nada al conflicto y una serie de diálogos triviales que no hacen más que poner en evidencia el agotamiento de ideas frente al alargue de un producto probado que debió haber finalizado hace mucho tiempo.

4.0
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