Natalia Garayalde vuelve caminar tras sus pasos y la tragedia que truncó su infancia

Una de las propuestas más potentes del cine documental nacional es sin dudas Esquirlas (2021), con la que Natalia Garayalde debuta en la realización revisitando materiales de archivo familiares y alertando sobre un hecho que nunca tuvo justicia, la voladura de la fábrica militar de Río Tercero.

¿Qué fue lo primero que se te cruzó por la cabeza cuando te encontraste con los materiales familiares?
Yo empecé primero a hacer la película sobre las explosiones y mucho tiempo después encontré los videos. Había empezado con la historia del operario que había sido señalado como supuesto responsable del accidente, tenía mucho material recopilado sobre años de investigación y participación en movimientos sociales por pedido de justicia e investigación de la causa y los videos los encuentro en una pausa del rodaje, al enfermarse él, y eso me obliga a vivir el duelo familiar por mi hermana y padre, y los encontré buscando recuerdos familiares, sin saber que había tantas horas filmadas de las explosiones y cuando logré digitalizarlos me impactó ver a mi hermano y a mí registrando la casa destruida, pensando que la cámara era como un escudo protector. Eso me impactó mucho, y también el cambio de nuestras miradas a partir de ese hecho, porque los primeros videos eran muy lúdicos, explorando las posibilidades de la cámara, y después imitábamos el lenguaje adulto, periodístico.

La explosión les interrumpió la inocencia…
Sí, y sobre todo lo ví después de las segundas explosiones, si bien sabíamos que algo trágico estaba sucediendo, y estábamos impactados, vivíamos todo como algo extraordinario, por salir en la tele, nos entrevistaban, había cierto entusiasmo, pero después de las segundas explosiones, me dí cuenta que dejé de registrar, entendiendo que la amenaza era constante, que podía volver a suceder, dejando de lado lo accidental, y quebrando la posibilidad de creer que se iba a poder solucionar todo, entonces ahí hubo una pérdida de la ingenuidad y las ganas de registrar lo cotidiano de la vida y las rutinas.

Porque hasta ahí había como una compulsión a hacerlo…
La cámara, que era un juguete, se convierte en un dispositivo que registra un hecho histórico sin ser conscientes nosotros de lo que estábamos haciendo.

Las imágenes que tenés revelan algo que se quiso ocultar y callar y quedan como testigo de ese momento…
La estructura narrativa en torno a lo que sucedió con las explosiones y el tráfico de armas lo edité con materiales de procedencia pública, y que grabamos de la televisión, con eso cuento la causa, pero sí lo que encontré en el material familiar, muy fuerte, es un síntoma sobre lo que aparece hacia el final sobre la producción química, en la entrevista a mis padres, donde mi viejo, en ese momento, con todavía todo destruido, empieza a preocuparse por las químicas, un subtema, otro peligro, que apareció sólo en el video familiar, no tanto en los materiales públicos.

Cuando hablás de público te referís a materiales privados o de televisoras locales…
En Buenos Aires no encontré tanto, estaba buscando por el archivo Prisma, en el gobierno de Mauricio Macri se bajó, había que registrarse para buscarlo, fui al Archivo General de la Nación, tampoco había mucho y pude acceder a materiales de vecinos intercambiados mientras buscábamos justicia, era algo ya recopilado, sí después pedí permiso para utilizarlos en el documental.

¿Cuánto duró todo el proceso de realización?
A los 20 años de las explosiones, en 2015, decidí hacer un montaje con todo el material recopilado que tenía, y referentes de Río Tercero, a los que me acerqué durante todos estos años, con la idea de hacer un material por un hecho olvidado por muchos, sin repercusión en los años posteriores, sí en el primer momento, es un hecho impune, y quería armar algo más de corte periodístico, y cuando me reúno con el equipo que proviene más del cine, me acercaron películas y me orientaron para hacer un tratamiento estético del material y cuando encontré los videos que se corren del registros periodísticos ahí empezó Esquirlas.

¿Qué devolución te hizo la comunidad de Río Tercero?
Aún no se mostró en Córdoba presencialmente, se hará el 9 y el 10, sí estuvo virtual en varios festivales, posibilitando que algunas personas la pudieran ver, recibí mensajes de la comunidad de Río Tercero, muy cariñosos, no sabía cómo me iban a responder, porque además cuento algo particular, y siempre quise que el límite entre lo privado y lo público fuera difuso y que la explosión sea también un espejo de lo que pasó eliminando la diferencia entre el adentro y el afuera, por eso creo que la película podía servir para que se identificaran con lo que había sucedido. Y creo que es lo que pasó, por la devolución, de agradecimiento por recordar el hecho, que por fuera de Río Tercero no se lo recuerda.

¿Tenés pensado seguir en el cine, ya estás trabajando en algún nuevo proyecto?
Yo hice Esquirlas porque quería hablar del tema, no es que la hice pensando en una obra o en una carrera de cineasta, y sí me pasó que me cansé y me genera dolor hablar tanto de la película, sé que es un tiempo y que hay que acompañarla, y para no agotarme por este lado, empecé a trabajar en otra cosa, en un documental, ligado a este tema, con material que quedó fuera, y donde yo ya no estoy en el centro de la tormenta y tengo que ver cómo acercarme a esa otredad. Es un documental sobre un soldado que viaja en 1995 como casco azul a Croacia en misión de paz. Tengo material que me cedió él, vive en Buenos Aires, en Laferrere y la idea es montarlo con archivo de la guerra de los Balcanes, es todo incipiente y estoy por participar en varios laboratorios para encarar el tema.