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Crítica de “Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset”, Nicolás Teté tras los secretos de una familia

Nicolás Teté transmite con claridad un relato que tiene mucho de televisivo, pero no por eso, menos válido.

miércoles 11 de agosto de 2021

Nicolás Teté es un realizador que se educó formalmente en la Universidad del Cine, e informalmente a través de horas y horas de televisión. Tanto en sus anteriores proyectos, como en sus escritos, la cultura popular define y forja sus guiones, razón por la cual no le es ajeno a sus proyectos el final feliz, las resoluciones “mágicas” de situaciones, y, principalmente, la evocación a géneros considerados menores por la crítica especializada como la telenovela y la comedia costumbrista que se multiplicó en la TV durante un tiempo.

En su nuevo opus, Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset (2020), a partir del relato de las vicisitudes de Manuel (Facundo Gambandé), un joven que decide volver a su pueblo natal para enfrentar a sus padres, luego de haber “salido del clóset” y comunicarles la decisión de viajar al exterior para encontrarse con su novio, se desnuda la fuerte pregnancia de costumbres que hasta hoy en día permanecen como vectores de los comportamientos y decisiones de miles de personas.

Pero los planes de Manuel se complican, y minutos antes de viajar a Villa Mercedes, San Luis, su realidad cambia de un momento al otro, por lo que ese viaje de revelación, se convertirá en una desafortunada travesía hacia la intimidad de su familia, la que, aun habiendo aceptado su identidad sexual, continua manejándose con viejos mandatos y la férrea convicción que es más importante la mirada de los otros y el qué dirán que realmente el acompañar a sus descendientes en cada paso que den o deseen dar.

En esa vuelta del hijo no pródigo, más la vuelta del que sí es considerado una leyenda del pueblo, el hermano de Manuel, Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el clóset desanda y desnuda las miserias y secretos de un grupo familiar que esconde bajo la alfombra aquello que no quiere que se revele hacia el exterior, manteniendo las apariencias aún a expensas de imaginar las peores soluciones para los sucesos que la vida les presenta.

El guion de Teté se introduce en ese hogar que se mantiene cual castillo de naipes, y en donde la palabra, los gestos, las decisiones, son posibles causales de derrumbar rápidamente las convicciones de cualquiera, y, de manera inteligente, aún en la diversidad que presenta, construye a Manuel con contradicciones, con sus manías y obsesiones, y con su necesidad de estar acompañado siempre (mandato), pese a que cuando se lo presenta en solitario, bailando "Tu Veneno", de Natalia Oreiro, o cumpliendo con sus verdaderos sueños, es cuando realmente lo pinta en cuerpo y forma.

Facundo Gambandé se pone de una manera solvente en la piel y el alma del protagonista, logrando que su personaje transmita empatía y emocione cuando se le revelan las verdaderas vicisitudes a las que debe atender en su vida. Lo acompañan con logradas performances María Fernanda Callejón, componiendo a su madre, Clara, un personaje ambivalente, contradictorio, plagado de miserias, y la joven Antonella Ferrari, en una fresca actuación, como la hermana menor. Lucas Ferraro como un ex docente de Manuel, que vuelve a su vida en otro plan, también transmite correctamente su rol, en una propuesta que por momentos cae en lugares comunes y estereotipos, pero que al superar sus propios límites, permite revelar, desde la particularidad de la vida de una familia de una pequeña ciudad, todo lo que aún falta en materia de conquistas de derechos e igualdad.

6.0
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