Netflix - 4 Puntos

Crítica de “Vivo”, o cómo Hollywood y Kirk DeMicco interpretan la historia de Cuba

Propuesta animada de Sony Pictures que por cuestiones del destino, pandemia y negocios, llega directamente a Netflix.

martes 03 de agosto de 2021

Si el espectador menos atento se topara con esta película vería una historia de amor a lo largo del tiempo entre dos personas separadas por la inmensidad del océano entre Cuba y Estados Unidos, y los intentos de allegados que desean volver a unirlos en una canción. Pero tras esta fachada, en realidad, lo que se cuenta es una versión sesgada de la historia política y cultural de Cuba, con pinceladas y trazos gruesos que bajan línea constantemente.

Un pequeño Kinkajou llamado Vivo (Lin-Manuel Miranda), popularmente conocido como oso de miel, es encontrado por Andrés (Juan de Marco González), un músico callejero, quien no sólo lo rescatará sino que le dará la posibilidad de bailar y cantar en una Habana imaginada de manera infantil y en donde los “pesos” y los “dólares” que les aportan, les permiten tener una vida holgada para los parámetros del trazado que realizan.

Un día, este músico, recibe la carta de Marta (Gloria Stefan), una antigua compañera, que se fue a Estados Unidos, más precisamente a Miami a probar suerte, invitándolo a ser parte del último recital que darán antes de jubilarse.

Andrés, sueña con ese encuentro porque además, antes que se fuera Marta a iniciar su carrera internacional, le compuso una canción, la que ahora podrá compartírsela en vivo y en directo. Pero esto es una película, y animada, y cumpliendo con todos los lugares comunes sobre pérdidas, Vivo, el oso, deberá aliarse a una niña para poder llevar a cabo la última voluntad de Andrés.

En lo que aparentemente es una historia de amor, amistad, nostalgia, e identidad, colores, música, se esconde un mensaje particularmente sesgado acerca de la realidad cubana, tamizada por la pluma de las canciones de Lin-Manuel Miranda, un hábil impulsador de relatos con el folclore latino presente, pero con una mirada muy particular sobre la cultura de la región.

Hace años, por no decir décadas, que la identidad de Latinoamérica se ha visto transformada por la incorporación y diálogo entre ritmos y géneros sin tener que responder a una idea homogénea sobre melodías y canciones. Una y otra vez Hollywood ha intentado asir lo inasible del espíritu latino, que trasciende los bongó, maracas, y Carmen Miranda, pero lamentablemente, aún hoy, este estereotipo perdura y se subraya en grandes producciones sin siquiera detenerse a ver qué es lo que realmente se puede desarrollar sobre un equis país o cultura. 

Acaso Coco (2017) o El libro de la vida (The Jungle Book, 2016) también desde la animación, pudieron profundizar en costumbres mexicanas asociadas a la celebración de El día de los muertos, y desde allí imaginar un nuevo acercamiento, recuperando melodías y diseñando un nuevo camino.

Pero en Vivo todo es exagerado, llevado a la hiperbolización y ni siquiera con el humor, o con la gracia de sus personajes protagónicos, logra superar la bajada de línea que se hace sobre el régimen político y el exilio -peligrosa por cierto- sabiendo que en su mayoría este producto, será consumido por niñes.

4.0
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