Crítica de "Marinheiro das Montanhas", un poético ensayo visual del brasileño Karim Aïnouz

Se trata del viaje que, a los 52 años hizo a Argelia, el país donde nació su padre. A pesar de que Karim haya visto dos veces (en París) a aquel padre que conoció su madre y la abandonó al momento de la independencia de Argelia en 1962, el director quería entender mejor el país de sus antepasados argelinos. Al final de la película, Karim se da cuenta que su propósito era más escribir una larga carta de amor a su madre que lo crió solita en Ceará y en Fortaleza (al noreste de Brasil).

La mirada de Karim Aïnouz es muy personal, no se trata de un documental de un hombre fascinado por esta parte montañosa de Argelia que es La Kabylie, zona muy enredada a la naturaleza y cuya lengua tradicional es el Tamazight.

Andamos con el director en Argel, la capital, hasta que tomamos el camino hacia los montes. Para dar forma a este descubrimiento de un país y a sus propias emociones, el director se inventa un personaje, Iracema (figura legendaria de mujer indígena), quien conoce a Majid, un joven estudiante argelino que se encuentra en Estados Unidos. La pareja se enamora y así, mientras transcurre el viaje, Karim Ainouz habla a los dos, utiliza imágenes de super-8, documentos de la juventud de sus padres y madre.

Todo esto se mezcla con las imágenes de hoy: en el barco desde Marsella, la llegada a Argel,  el contacto con el pueblo de sus antepasados argelino, la relación estrecha a la naturaleza, la relación física con las caras de muchas arrugas de los ancianos…

Marinheiro das Montanhas (2021) evoca poesía y al final resulta un itinerario muy conmovedor y auténtico a la vez. Se puede decir que más allá de la historia propia de Karim Aïnouz, este ensayo cinematográfico se refiere a lo más íntimo. El uso de la poesía es la mejor respuesta en términos de lenguaje cinematográfico. A su modo, es una obra maestra y universal como ha de ser una película exitosa en todos sus elementos.