19 FICDH - 7 Puntos

Crítica de "Los Lobos" de Samuel Kishi, hermanos solitarios

Un retrato directo sobre las infancias migrantes que consigue convertirse en una metáfora sobre el crecimiento y las relaciones humanas.

Los Lobos (2019) dirigida por Samuel Kishi es una película dramática centrada en el tema de la inmigración. Con un estilo entre lo documental y la ficción, mantiene una tensión emotiva y profunda. Desde la mirada de dos niños, hermanos, y su madre, se adentra en un tema familiar, en un contexto que tiene mucho de relato de sobrevivencia y actualidad. 

Lucía (Martha Reyes Arias) viaja con sus dos pequeños hijos, Max y Leo (Maximiliano y Leonardo Nájar Márquez) de 8 y 5 años respectivamente, desde México a Albuquerque en Estados Unidos en busca de un mejor futuro. Sin embargo, tendrán que lidiar con el contexto de ser extranjeros y no tener demasiados recursos. En primer lugar, deberán enfrentarse al tema de la búsqueda de un apartamento. Y después de visitar varios lugares, se quedan en uno poco prometedor, rentado por una pareja de orientales de apellido Chang (Cici Lau y Johnson T. Lau).

Lucía tendrá que salir a trabajar y deja a los dos niños solos y esperando por su regreso. Max y Leo, “Los lobos”, como los llama su madre, entonces quedan en la soledad de un apartamento vacío. Sólo tienen algunos juguetes y la compañía de una grabadora que contiene un cassette con música del abuelo (que en realidad es una canción interrumpida), y ahí mismo la madre les ha dejado grabado unas reglas que deben cumplir. Así los niños se entregarán a su imaginación, desarrollan la camaradería y complicidad de vivir el sueño de ir algún día a Disney. Graban sus historias y las aventuras de dos superhéroes que dibujan en la pared, dos lobos con poderes particulares. Y sobre todo se dedican a mirar por la ventana el mundo exterior y desconocido que parece ser hostil y no del todo seguro. 

Desde el inicio la película se muestra como un relato de viaje, de comienzo de aventura, de road movie puesto sobre la mirada de los niños y una madre. No obstante, los paisajes de gran extensión, con rayos y truenos en el horizonte, mezclados con la voz de los niños, significan el drama que los espera, en el cambio del espacio familiar. Es interesante que se tenga un punto de vista predominante, como es del de Max y Leo, y desde ahí desarrollar todo el aspecto visual, siempre centrado en los detalles.

Al mismo tiempo la presentación de los migrantes que habitan el lugar donde llegan, se realiza de manera documental. Y será un elemento muy presente. Los retratos de cada uno mirando a cámara como una fotografía, dan otro matiz a la ficción. Muestra que son múltiples las historias reales y en una zona en particular y un contexto que se extiende más allá de lo que sucede con los protagonistas. Y la historia de Lucía y sus hijos está dentro de muchas otras que son parte de una situación social y de mezcla de tradiciones.

Una película que enfatiza así un trabajo atractivo sobre los espacios. La figura del apartamento vacío y de poca alegría es también una marca sobre el tema de la migración: La idea de los riesgos al cruzar hacia el mundo exterior. Y no sólo el riesgo de salir del espacio de vivienda, sino también el espacio personal, sobre todo, cuando los hermanos decidan ver lo que está más allá de su ventana y se encuentren con otros adultos y otros niños.

Además, el apartamento significa el orden y la disciplina, asociado con la figura de la madre cuando los deja a cargo de la casa. Y con ello el espacio también es una marca del paso del tiempo y del tema del crecimiento. Los hermanos que se enseñan mutuamente y se hacen compañía, siguiendo la figura de sus jerarquías. 

El aspecto de la crudeza sobre el tema de la inmigración también está en aquello que la inocencia de ambos niños no les permite comprender. Y deben aprender todo de un momento a otro, además del sufrimiento de la madre que sale a trabajar y el asunto económico. Justamente por ello Los lobos se adentra en su imaginación. Y resultan emotivas las secuencias animadas de sus personajes dibujados en la pared. Se vuelven un reflejo de lo que les sucede en el mundo real. Sólo la mirada es lo que les queda para entender el mundo. Y lo tienen que hacer a través de las ventanas y de las acciones de los adultos y de otros niños. Así pueden entender lo que escapa a su comprensión. 

La ausencia y el vacío que se tiene que entender desde su mundo cotidiano, a partir de los objetos. Desde una grabadora que hace referencia al abuelo y un foco, a la ausencia del padre. Y en eso radica lo más resaltante, cuando los niños parecieran entender la distancia entre su imaginación y la realidad en la que se encuentran y siguen para adelante.

La imaginación de los niños es lo que hace que la historia sencilla y difícil no se vuelva un relato que pueda resultar denso. El hecho de centrarse en la fantasía enfatiza la presencia de todo lo ausente. Y todo ello llega desde la voz y del diseño sonoro con la música. La grabadora se convierte en un elemento atemporal. Por un lado, enfatiza el tema de la memoria y del lugar de donde provienen, y por el otro, es un elemento que los ayuda a progresar, dado que lo utilizan para aprender inglés, necesario para su nuevo ambiente. 

Finalmente, la relación de la madre con sus dos hijos y el apelativo de lobos, es una atractiva simbología. Los lobos como aquellos que se cuidan y se protegen, pero también la idea de ser animales solitarios, una soledad que, ante la ausencia de la figura paterna y del resto de la familia, los enfrenta a una mezcla de idiomas y otras realidades. Sin embargo, a pesar del dolor, aparece cierta esperanza en las relaciones humanas. La figura de los abuelos representado en la pareja oriental se convierte en un esbozo sobre la familia que se recompone en el viaje hacia nuevos lugares.

7.0
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