Crítica de "La necedad del hombre blanco", un documental de Celeste Casco

El cine documental se dedicó en los últimos años a trabajar sobre problemáticas vinculadas con los pueblos originarios desde enfoques, miradas, narrativas y estéticas disímiles, pero siempre con una mirada que abarcara tanto la antropología como la sociología y en la búsqueda de visibilizar hechos relacionados con la injusticia a la que muchas veces se enfrentan.

En Paraguay habitan 19 pueblos indígenas que pertenecen a cinco raíces lingüísticas: guaraní, mataco, zamuco, marcoy y guaicurú. Celeste Casco aborda en La necedad del hombre blanco (2020) como producto del desmonte del Chaco occidental y el monocultivo esos pueblos son desplazados de sus propias tierras vulnerando todos los derechos heredados sobre la propiedad.

A través de una meticulosa investigación, Casco se instala en la zona para registrar como en post del crecimiento económico y un hipotético desarrollo, que más temprano que tarde acarreará una serie de consecuencias ambientales irreversibles, los pueblos originarios son expulsados de su propio hábitat ante la deforestación y la imposibilidad de trabajar la tierra. De seguir en el lugar no podrían sobrevivir por mucho tiempo.

Casco construye el relato a partir de un abanico de voces que exponen la problemática que los afecta. mientras la cámara registra la situación que se expone oralmente. La necedad del hombre blanco, que apela al formato clásico de la entrevista, cobra fuerza no solo por lo impactante de lo que cuenta, buscando darle voz a aquellos que no la tienen, sino también porque apela a una poética que lo convierte no solo en un film de denuncia sino también en un relato con una impronta visual personal, algo que muchas se olvida en la urgencia de mostrar la realidad.