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Crítica de "La estrella roja", Gabriel Lichtmann tras los pasos de la historia de mentira

En una nueva producción que lo acerca al ADN judío que intenta siempre reflejar en sus películas, el realizador Gabriel Lichtmann explora en "La estrella roja", a través de un falso documental, una pesquisa que, a pocos minutos de iniciada termina por revelar un artificio que potencia su lúdica propuesta.

martes 27 de julio de 2021

Héctor Díaz encarna al realizador, en la titánica tarea de revelar el misterio tras Laila Salama, otrora una pageant girl, devenida en una figura de la canción y del tango, desaparecida en la flor de su juventud y de la que mucho tiempo más tarde se supo que era una especie de espía que permitió la captura de Adolf Eichmann, y a quien Lucía Puenzo le dedicó en Wakolda (2013) un personaje particular.

La propuesta avanza a paso firme con una investigación ad hoc que acerca a Lichtmann a verdades hasta el momento nunca reveladas sobre Salama, su participación en la captura del jerarca nazi, pero también sobre su persuasivo poder de seducción que supo utilizar a su favor.

Así, entre entrevistas, materiales de archivo, falsos, creados específicamente para la propuesta, el realizador juega con la verdad y lo verosímil, y aun reconociendo los rostros de aquellos que devienen en entrevistados, Ana Katz, Julieta Zilberberg, Juan Leyrado, Rafael Spregelburd, entre otros, la fuerza de la mentira comienza a pesar más en el relato que cualquier verdad documental historiográfica se presente.

La estrella roja (2021) es un híbrido potente de géneros y materiales, construye su guion con humor, y con la seguridad de contar un cuento que conoce y del que poco se sabía hacia el afuera del espectador.

Seguramente será mucho más disfrutable por aquel incauto que se acerque a la película sin siquiera reconocer los rostros de aquellos que dan su testimonio, pero, como se mencionó anteriormente, en el fundar una nueva verdad desde la mentira que cuenta, todo cobra otro sentido.

Mención especial para Thelma Fardin, que compone, en las escenas que le toca, al personaje clave de la historia, una mujer de avanzada que supo aprovechar sus fortalezas para desenmascarar tramas de espionaje y de muerte que afectaban a la comunidad a la que pertenecía.

Lichtmann conoce el género, y tras dos ficciones, comienza a desenmascarar la finitud de géneros, con la construcción de un falso documental, una farsa irrisoria, que en la ficción permite potenciar sus premisas y trascender la anécdota.

6.0
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