Sala Lugones

Crítica de "Mi última aventura", una clase de cine de Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini

Cinefilia pura y un universo tan propio como particular configuran el cortometraje de los cordobeses Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini que se quedó con el Gran Premio de la Competencia Internacional del 22 BAFICI. Un ejercicio de maestría y talento narrativo al servicio de la imagen.

Crítica de "Mi última aventura", una clase de cine de Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini
lunes 18 de julio de 2022

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Mi última aventura (2021) se ubica en una noche cualquiera de la capital cordobesa. Dos amigos van a dar un gran golpe. Robarle un bolso de dinero al jefe. Pero este cortometraje de Salinas y Sonzzini no es un policial ni una película de atracos. Es una canción de despedida para dos amigos que se verán por última vez.

Los directores, proponen en esta historia compacta, que mezcla el cine de Bresson con el de Tsai Ming-liang, un recorrido por los espacios, la música, los objetos que los acompañaron a lo largo de una amistad que se verá interrumpida por una traición. Planos que recuerdan el pasado que los unió, pero también a otras películas. Una elegancia formal que evita el regodeo. Estiliza sin caer en la abyección. Habla de la miseria, pero no la banaliza.

Mi última aventura, que mantiene la impronta naturalista y personal del cine cordobés actual, con su particular sentido de lo trágico, ese humor seco y áspero que lo atraviesa, y la música de bandas emblemáticas como Chébere y Trulalá con una selección de canciones que conforman una banda sonora necesaria, hace todo lo contrario a lo que habitualmente se ve en cierto cine latinoamericano. Ese que se regodea en la miserabilidad de la violencia, que apela a la explicitud y trivialidad visual, que busca el golpe de efecto, aunque la historia no lo necesite.

Salinas y Sonzini se plantan en la esquina opuesta a la complacencia y los efectismos para hacer algo tan simple y complejo que se llama CINE.

9.0
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