Crítica de "Oleg", brutal retrato sobre la explotación laboral de Juris Kursietis

Oleg (2019), estrenada en la 51 Quincena de los Realizadores del 72 Festival de Cannes, hace foco en un conflicto europeo, pero no muy lejano a lo que ocurre en algunos lugares de la Argentina: la esclavitud laboral.

La narrativa se centra en Oleg (Valentin Novopolskij), un carnicero de origen letón que, sin quererlo, entra en zona de conflicto al llegar a Bruselas para trabajar en un frigorífico junto con otros obreros legales. Luego de un ocasional accidente laboral, Oleg, es despedido injustamente y se ve en una situación desesperada, ya que se queda sin permiso para trabajar en Bélgica y tanto él como su abuela están con problemas económicos en Letonia. El polaco Andrzej (Dawid Ogrodnik) le ofrece un trabajo y un pasaporte. Oleg se muda a una casa llena de otros en su misma situación y pronto, se da cuenta, de que está atrapado en un laberinto de abusos y explotación del que no puede escapar.

Kursietis recurre a una puesta en escena hiperrealista, claustrofóbica, que se desarrolla en su mayor parte en ambientes nocturnos, mediante la utilización de una cámara en mano que explora hasta la más mínima inflexión del protagonista, equiparándose con un registro documental. La abrumadora tensión se rompe con la incorporación intercalada de algunas secuencias oníricas que descomprimen la aspereza de un relato seco y sin concesiones.

Con un ritmo narrativo impredecible, Oleg permite un brutal y a la vez fascinante acercamiento al inframundo de la esclavitud laboral que, como sucede en Europa y también en Argentina, goza de la indiferencia, tanto de las autoridades gubernamentales como de la población en general que prefiere no saber lo que ocurre en sus propias narices.