Regreso a la pantalla grande con "Implosión"

Javier Van De Couter indaga sobre la Masacre de Carmen de Patagones

“Me costó tomar la decisión de hacer una película sobre un hecho que había dejado marcas muy fuertes en mi comunidad”, dice en una charla con EscribiendoCine.

Javier Van De Couter indaga sobre la Masacre de Carmen de Patagones
Javier Van De Couter
Javier Van De Couter

En 2011, Javier Van De Couter debutó en la dirección cinematográfica con su film Mía, donde abordó la discriminación, la intolerancia, la marginalidad y la exclusión social, pero, también, la capacidad de amor que tiene el ser humano. Una década después, el realizador audiovisual regresa a la pantalla grande con su largometraje Implosión (2021), protagonizado por Rodrigo Torres y Pablo Saldías, sobrevivientes de la tragedia conocida como la Masacre de Carmen de Patagones, ocurrida en 2004. En este film, Torres y Saldías se interpretan a ellos mismos en una ficción construida a partir de una hipótesis: viajar más 1000 kilómetros para intentar reencontrarse con aquel compañero de clase al que los une un pasado doloroso.

¿Con qué seguridades e inquietudes encaraste este segundo largometraje, luego de la experiencia adquirida en tu ópera prima Mía?
Mía
me dio las primeras herramientas del lenguaje, aventurarme a hacer esa película venía de la mano del premio Coral a mejor guion inédito del Festival de La Habana, que en ese momento era dinero para la producción. El proceso de construcción fue muy planificado, obviamente que la incertidumbre estaba presente, hubo que montar gran parte de la Aldea/Villa Rosa, era un equipo grande, el guion en ese momento me daba mucha seguridad y era mi único mapa. Mía me dio ese primer contacto, único e irrepetible de hacer una ópera prima, y me dio también personajes como Ale y Julia (Camila Sosa Villada y Maite Lanata) que fueron realmente un regalo sagrado. En Implosión, más allá de tener más experiencia, tuve sin dudas más inquietudes que seguridades, porque acercarme al tema de dónde parte Implosión me tenía totalmente movilizado, con un deseo extraño de querer hacer una película de un hecho extremo ocurrido en mi ciudad natal, lo ocurrido en el 2004 me tuvo consternado mucho tiempo. Si bien tenía más seguridad para el abordaje audiovisual, tenía inquietudes primarias, intimas, que hacían que el inicio del proceso se postergue. Me costó tomar la decisión de hacer una película sobre un hecho que había dejado marcas muy fuertes en mi comunidad.

Sos oriundo de Carmen de Patagones, la pequeña ciudad en la que ocurrió la tragedia escolar, ¿de qué manera te interpeló este hecho?
Carmen de Patagones es el lugar donde crecí y en donde viví experiencias intensas e iniciáticas en todo sentido, soy hijo de esa familia, y lo que ocurrió fue que un integrante de esa comunidad generó un estallido irreversible. Es como si el odio aparece repentinamente y lastima a tus amigos, es complejo de procesar. Ahí nos vimos todos, los que preferían negar lo ocurrido, los que necesitaban hablar del tema, los que preferían no mencionar que eran de allí luego del hecho, nos preguntamos por qué, por qué en nuestro lugar. Todo eso me interpeló y sentí la necesidad de acercarme al tema desde la ficción, quizá como un escudo protector para, de a poco, iniciar un diálogo con lo que había pasado.

Los espectadores acompañan a los protagonistas en su viaje de carretera, que implica transitar diversas vicisitudes, ¿qué cuestiones consideraste para este viaje físico y, a su vez, introspectivo?
Un viaje siempre propone alejarse de un lugar. En este caso, consideré que para mí y para Rodrigo y Pablo, protagonistas de la película, era interesante (y necesario) alejarnos de Carmen de Patagones para poder ver con distancia y cierta objetividad nuestra propia historia. Un viaje cansa los cuerpos y los cuerpos agotados tienen otra sensibilidad, otro tipo de reacción. Un viaje de dos amigos en una camioneta genera un espacio burbuja que propone intimidad y cercanía física, contemplación, pero en este caso también la tensión que significa buscar. Un viaje habilita lo cotidiano y el conflicto. Estar lejos de casa, del lugar de origen, muchas veces nos propone libertad, otras andar atentos por lo desconocido, y Pablo y Rodrigo inician un viaje quince años después, siendo adultos, quizá esa unión les permita volver por un momento a la adolescencia y camaradería que se interrumpió (o postergó) a sus catorce, quince años.

El film expone cómo las heridas del pasado repercuten en el presente de Rodrigo Torres y Pablo Saldias, ¿cómo fue transitar junto a los protagonistas aquellos acontecimientos que dejaron una marca en sus vidas?
Fue un encuentro. Horas de conversar y pensar, de irnos del tema para habilitar la distracción y la distensión, fue conocernos y hacernos amigos. Quedarnos en silencio mirando para adentro. Fue jugar también, discutir, enojarnos, enfrentar un diálogo escrito y reconocer que el dolor no se puede expresar en ese diálogo, en esa situación. Fue permitirnos a través de la ficción transitar emociones diversas que quizá en la vida están solo en la mente, en la fantasía. Fue confesar lo no dicho. Volver al aula después de muchísimos años. Para mí fue una oportunidad que me dio el cine de profundizar y no esconder bajo la alfombra un montón de inquietudes que me generó el hecho. Fue pensar entre los tres el retrato de un pueblo y un viaje posible hacia algún lugar.

El documental es el punto de partida, ya que a medida que avanza el film va tomando peso la ficción, ¿qué posibilidades te otorgó esta decisión? Asimismo, ¿qué consideraste para el equilibrio entre el documental y la ficción dentro de Implosión?
Las imágenes de archivo funcionan como una especie de prólogo. Podríamos pensar que lo que aparece en esas imágenes es lo que se sabe, lo que algunos medios de comunicación expusieron sobre el caso, es la antesala a la ficción. El equilibro surgió de la necesidad de que esas imágenes estén para dar el paso a la ficción y no interfieran durante el viaje de los protagonistas.

A modo de balance, ¿qué te representa, a nivel personal y profesional, esta película?
A nivel personal significó una búsqueda profunda sobre quiénes somos, sobre lo que significa el lugar de origen, fue actualizar momentos de mi propia adolescencia en Patagones y sus marcas, y fue animarme a integrar lo personal con lo profesional. Fue una oportunidad para no ser indiferente con esas marcas. Fue aprender de Pablo y Rodrigo, sobre todo a ser audaz.

Sobre tu futuro en el ámbito audiovisual, ¿Qué nos podés adelantar sobre la serie basada en la novela ¨Cacería¨ de Gonzalo Demaria y en la película basada en la novela “Tesis sobre una domesticación” de Camila Sosa Villada?
Son dos proyectos que voy a dirigir y en los que vengo trabajando hace un tiempo. Cacería es una serie que transcurre en los años 40 y que narra una de las primeras y más cruentas persecuciones homosexuales a un grupo de jóvenes, conocido como "El escándalo de los cadetes". La historia tiene mucha fuerza, un recorrido visual y emocional liderado por el suspenso. Una pandilla de jóvenes libres que parecen no pertenecer a la época que les tocó vivir y son castigados por eso. La adaptación audiovisual la estamos haciendo junto a Gonzalo Demaria y Erika Halvorsen. Tesis sobre una domesticación es la adaptación cinematográfica de la novela de Camila Sosa Villada que además será la guionista junto a Laura Huberman. Es la anatomía de una actriz y de una vida en familia donde el choque de clases muestra su consecuencia, propone una trama un tanto imposible en Latinoamérica, donde la población trans, en su mayoría, no goza de los privilegios que la protagonista consiguió, una domesticación silenciosa y las consecuencias que eso trae. También es la posibilidad de un nuevo encuentro con Camila, a quien volveré a dirigir en la película.

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