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Crítica de “Amor en las montañas”, con Emily Blunt, una película del siglo pasado

Un elenco de estrellas internacionales se ponen al servicio de John Patrick Shanley en esta propuesta desabrida, fallida y que nunca termina de despegar.

miércoles 17 de marzo de 2021

Rosemary (Emily Blunt) y Anthony (Jamie Dornan) son dos vecinos que se han mantenido juntos durante toda su vida, sus padres tienen granjas linderas y han resuelto al unísono el futuro de ambos, un destino en donde las tareas doméstica y en el campo son un mandato ineludible para los dos.

En esas obligaciones adquiridas, y sin quererlo, se han acompañado en las buenas y en las malas, pero en esa cercanía había algo más, aquello que da título a la película, aunque nunca termine de mostrarse, es decir, un amor en las montañas, pero sin amor.

Mientras ella mantenía las expectativas altas sobre la posibilidad de tener algo con él, él miraba hacia otro lugar porque el miedo al compromiso lo superaba. Pero con el correr de los años y las vicisitudes de la vida, el reencuentro entre ambos puede significar no sólo la posibilidad de no estar solos, sino, principalmente, la de mantener en su haber las sendas haciendas que cada una de sus familias poseen.

El director se detiene a describirlos con detalle y precisión, cada uno con sus locuras y vicios, y también con sus objetivos y deseos, aunque una conexión con la naturaleza, poco explicada, podría cambiar de un momento para el otro su destino.

Amor en las montañas (Wild Mountain Thyme, 2020), adaptación cinematográfica de la obra también escrita por John Patrick Shanley, pierde en su transposición la esencia romántica y la pasión que debería trascender la pantalla, con esta historia de amor por años que nunca termina de potenciarse, y que, su principal falencia, radica en la desconexión entre los personajes protagónicos, a quienes se los percibe incómodos y poco conectados con los roles.

Rodada con pericia, pero sin alma, la película recuerda a viejos telefilmes de la señal Hallmark, que supieron, hasta con una señal propia, narrar almibaradas y barrocas historias de amores imposibles que siempre terminaban con un final feliz, propuestas del siglo pasado y que aquí, una vez más se repiten, en una película que reitera esa fórmula.

Aquí ese broche de oro, también estará presente, pero a la falta de verosímil de la historia, la poca química entre Blunt y Dornan, se suma una progresión dramática que nunca avanza, y que saltando entre mesetas, termina por perder la oportunidad de hasta tal vez jugar con la maravillosa naturaleza de Irlanda, donde se desarrolla el relato, para sumar exotismo y belleza a la pantalla.

A los mencionados Blunt y Dornan, se suman Christopher Walken y Jon Hamm, entre otros, que intentan jugar el juego propuesto, pero que tampoco logran consolidar, ni siquiera con su oficio, un relato que avanza y retrocede muchas veces y que nunca, nunca, se da cuenta de ello.

3.0
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