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Crítica de "Cosas que no hacemos", del mexicano Bruno Santamaría Razo

Documental que aborda la violencia endogámica en un pueblo atravesado por el machismo patriarcal a través del retrato observacional de un grupo de niños.

sábado 13 de marzo de 2021

Arturo es un adolescente que vive en la frontera de Nayarit-Sinaloa, en la costa del Pacífico, en la isla de El Roblito, un lugar aparentemente paradisiaco pero que esconde un alto índice de violencia. Pero más allá de lo que uno puede suponer esa violencia no proviene del narcotráfico, ni el crimen organizado, sino de las propias familias regidas por mandatos patriarcales, que se transmite de generación en generación, y donde el macho es el que tiene el poder. En ese contexto, Arturo, un muchacho más que durante el día juega y corre, junto a otros niños inmersos en un estado de total libertad, quiere vestirse de mujer.

Bruno Santamaría narra una historia documental como si se tratara de un cuento para niños, donde la inocencia y el terror confluyen inevitablemente, apelando a diferentes atmosferas y una puesta en escena lúdica, con historias que se abren porque la de Arturo no es la única, aunque si la más potente.

En Cosas que no hacemos (2020 )también están Juli y Estrella, quienes mantienen una amistad que se verá fragmentada por un caso de bullying, y Carlitos, abandonado por su madre, quien pasa los días inmersos en una soledad meditativa.

Estas tres historias confluyen en una película honesta, sensible y que interpela a través de un retrato social que se aleja del clasicismo y la estilización de la violencia, típica de cierto cine latinoamericano, para asumir riesgos de forma y contenido.

7.0
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