Zona de riesgo

Corre el año 2036. Una guerra civil afecta a Europa del Este, de la cual el despiadado jefe paramilitar Viktor Koval (Pilou Asbaek) sacó provecho, mientras soldados robots estadounidenses se unen a los humanos para mantener la paz. Thomas Harp (interpretado por el novel Damson Idris), un piloto de drones, quien en una peligrosa misión desobedece órdenes y provoca la muerte de dos jóvenes soldados (aunque salva a otros 38), es enviado al Campamento Nathaniel, cerca de Ucrania, y puesto a disposición de un androide biotecnológico llamado Leo (encarnado por Anthony Mackie) para encontrar unos códigos nucleares.Mikael Håfström, director de obras como Escape imposible (Escape plan, 2013) y El Rito (The Rite, 2011), construye una película impecable visualmente y de notable factura técnica que, con la intención de ser filosófica, busca introducir nuevas ideas para el género. Sin embargo, falla en explorarlas y en utilizar todo su potencial. Por un lado, deja varios cabos sueltos y desaprovecha la historia central, y por otro, pierde de vista el mensaje que se plantea al abordar discursos complejos sobre la guerra y la rebelión de las máquinas, dejándolo casi sin efecto ante la parafernalia visual y la sucesión de escenas de acción que funcionan como relleno para tapar las fallas narrativas. Zona de riesgo intenta profundidad al incorporar diversos tópicos que van desde la geoplítica hasta el terrorismo, desde la Inteligencia Artificial hasta la ética, desde Estados Unidos hasta Rusia, pero al final se queda en la superficie, y solo es una película más que vende espejitos de colores y se escuda tras una línea ideológica teñida de cierto progresismo en el final de la era Trump.