Crítica de "Una noche en Miami", la reunión que juntó a Alí, Malcom X, Jim Brown y Sam Cooke

En la siempre interesante relación entre cine y realidad, que viene mas o menos desde la creación del séptimo arte, el basamento para construir ficción son -últimamente- los hechos reales que se toman para darle credibilidad a lo narrado. 

¿Qué sucedería si se encuentran el boxeador Muhammad Alí (que en el inicio de su carrera se llamaba Cassius Clay), el ministro y militante Malcom X, el deportista y actor Jim Brown y el cantante y músico Sam Cooke?

Cuatro mitos estadounidenses en su esplendor en la tormentosa década del sesenta para la población afroamericana que ellos representaban. Cuenta la leyenda que el encuentro sucedió una noche en Miami, lo que nadie sabe es qué se dijeron en esa habitación de hotel. El guionista Kemp Powers adapta su propia obra de teatro basada en dicha reunión e imagina los sucesos ahí desencadenados.

La actriz y ahora realizadora Regina King (de las series The Good Doctor y This is Us, entre otras) debuta detrás de cámara con este film que imagina la charla y discusión de los astros de color en el sur de los Estados Unidos. En 1964 los derechos de los negros eran avasallados por el hombre blanco y la discusión giraba en torno a cómo hacerlos valer.

En esa línea circula el film, luego de la iniciativa de Cassius Clay (Eli Goree) de reunir al resto con el fin de anunciar su conversión al Islam para acompañar a Malcom X (Kingsley Ben-Adir). Esto desata una fuerte discusión política/ideológica con Sam Cooke (Leslie Odom Jr.) por la manera de “enfrentar” a los blancos. Entre las ideas polarizadas de Malcom y la manera “empresarial” de Sam, deambula el duelo verbal. El temperamental Jim Brown (Aldis Hodge) media una pelea dialéctica que por momentos amaga con el golpe de puño.

Una noche en Miami (One Night in Miami, 2020) es una película discursiva, que se recuesta en el imaginario construido alrededor de los famosos personajes. Pensar qué podrían decir y pensar en esa reunión es el quid de la cuestión. No faltan los duelos verbales entre los actores quienes, además de ser fieles en imagen y semejanza a las personalidades históricas que interpretan, tienen su acto para vislumbrar y mostrar su performance. Recordemos que está basada en una obra de teatro, espacio ideal para el desarrollo expresivo del actor, y dirigida por una actriz que, se supone, entiende mejor que nadie que en las expresiones corporales está el 80% de este tipo de films.

La película es una excusa para reivindicar la lucha por los vapuleados derechos de los afroamericanos, de manifiesto una vez más con el asesinato de George Floyd. Eso no se discute en la película, sino la manera de mayor efectividad para llevarlos a cabo.