Crítica de "To the Ends of the Earth" de Kiyoshi Kurosawa, turismo verité

Yoko (la cantante Atsuko Maeda) es la cara de un programa turístico que se encuentra con el equipo tratando de filmar costumbres exóticas de Uzbekistan, el país de Asia Central. La diferencia entre la diversión del programa y la ‘cruda’ realidad (literal cuando de comida regional hablamos) es significante en la primera mitad de la película.

Vemos a Yoko ser sometida a distintas ‘torturas’ para extraer momentos ‘de entretenimiento’ para los televidentes. Come comida cruda, intenta pescar en lagunas sin peces, sufre el machismo de los lugareños, etc. Pero el clímax es cuando se sube a una rueda giratoria de un parque de diversiones que le provoca nauseas y queda al borde del desmayo ante la indiferencia de los realizadores que piden una y otra toma. Este exceso la lleva a identificarse con una cabra enjaulada en el fondo de una casa, condenada a dar leche a sus dueños.

La segunda parte de la película se centra en Yoko y sus anhelos existenciales, preguntándose qué quiere hacer de su vida (sueña con cantar) y qué hará para conseguirlo. Pero sin llegar a convertirse en un film de superación personal, To the Ends of the Earth (2019) mezcla segmentos de horror (la persecución en la feria) y momentos musicales. En ese cruce entre la realidad y la fantasía aparece el ‘deber ser’ de los programas de turismo: viajar para aprender del otro.

Kiyoshi Kurosawa tampoco subraya esa vertiente del relato, su habilidad es ir de un lugar a otro (como su protagonista) para ir entrelazando los temas de su film: el artificio de la representación, el entretenimiento estúpido de la televisión, la comprensión del otro y la fantasía tan necesaria, no para engañar al televidente, sino para hacer realidad los sueños esquivos.