Crítica de "Rapera a los 40", el dilema de Radha Blank

Radha (Radha Blank), una frustrada dramaturga de Nueva York, que años antes fue considerada como una de las grandes promesas de su generación, trabaja dando clases en un colegio mientras espera pegar un éxito teatral. A punto de cumplir los 40, decide probar suerte en otro tipo de escenarios. Así, se inventa un alter ego: la rapera RadhaMUSprime. A medida que su nueva voz artística va apareciendo, Radha debe aprender a mantener el equilibrio entre sus dos identidades y a compaginar dos particulares mundos artísticos.

El rap y el teatro no son otra cosa que meros vehículos, no hay pretensión de ponderar a uno y demonizar al otro. La verdadera puja está entre vender el alma al diablo (o un productor) a cambio de éxito, o elegir la independencia. La película recuerda a obras de autores como Spike Lee y Woody Allen, donde comedia y drama se cruzan para deambular por una Nueva York en blanco y negro habitado por personajes verborrágicos.

El estilo de Radha Blank es el de un cinema verité que busca reflejar una imagen fiel del entorno, basándose en la espontaneidad y el naturalismo. A través de una puesta en escena simple, utilizando cámara en mano para dar un aspecto semidocumental, Rapera a los 40 (The Forty-Year-Old-Version, 2020), película ganadora del premio a la mejor le escapa a los efectismos y los ornamentos decorativos para captar el espíritu de un momento y un lugar determinado.

Rapera a los 40 se erige como una obra inesperada, sincera y graciosa que evita caer en sermoneos y sentimentalismos berretas. Una pequeña historia que contiene mucho más de lo que en un principio se asoma por debajo de su caparazón.