Crítica de "Come True", el atrapa sueños

El proceso de soñar siempre es un tema interesante para ser retratado en el cine. Christopher Nolan nos indicó con El Origen (Inception) la fragilidad mental de los seres humanos al estar en ese estado. Freddy Krueger hizo que no queramos dormir para que no se nos aparezca en nuestras pesadillas. David Lynch (El camino de los sueños), con cada una de sus obras, nos planteó la confusión al no poder distinguir lo onírico de lo real. Teniendo a estos conceptos como referencia, Come True nos invade de intriga a través de un relato atractivo y bien elaborado.

Sarah (Julia Sarah Stone) es una joven que, con problemas para dormir, se anota en una clínica del sueño con el objetivo de tener un lugar en donde descansar tranquila. Una vez que comienzan a monitorearla (y a ver sus pesadillas) algo extraño sale a la luz. A partir de allí una sensación de claustrofobia nos asalta. La construcción de una atmosfera tan pesada se suma al estado ultra vulnerable de la protagonista.

El canadiense Anthony Scott Burns es el realizador de varias funciones en el film: la dirección, el guion, la fotografía y la música están a su cargo. Los homenajes al cine de ciencia ficción de los ochenta nos inundan la pantalla y resultan un mimo para cada uno de nosotros. Un poster de Terminator, la cual se estrenó en 1984 al igual que Pesadilla en la Calle Elm (A Nightmare on Elm Street), un libro de Philip K. Dick (autor de Blade Runner) o la música de sintetizadores para emular una estética ochentera hacen de Come True un plato ideal para todo cinéfilo.

Un final confuso, el cual hace que nos replanteemos la trama, destiñe un poco el logro de una obra de autor dispuesta a dejar su huella. Sin dudas estamos en presencia de un buen exponente del cine de género en donde el miedo y la ciencia ficción se combinan a merced de un ataque ochentoso.