Sophie Jones

La estructura de la historia se centra en Sophie, una adolescente de Estados Unidos que acaba de perder a su mamá. Todas las escenas del film la tienen a ella como eje y esto no es casual. La directora no se encandila por querer mostrar varios jóvenes en su camino a la adultez, si no que toma a Sophie como ese ejemplo, como si fuéramos ella y, a partir de allí, todo toma vida a su alrededor. El resultado es una película que derrumba clichés y pone los ojos en los golpes y la incertidumbre.La protagonista, encarnada por Jessica Barr, prima de la directora, sufre desde el comienzo. El largometraje gira en relación a las semanas posteriores al fallecimiento de su madre. Desde allí, todo interrogante y miedo se hacen presentes. El no poder encajar, la discriminación, el sexo, la virginidad, los amigos, las relaciones, el amor, su padre, su hermana, son piezas desencajadas que trata de acomodar e interpretar. Y esto es a prueba y error, porque de eso se trata el crecimiento y la vida.Una estética tan cuidada donde, por más que se hable de la muerte, el color negro no aparece. Los colores brillan, hay reconstrucción, la vida continua. El paso del tiempo resulta poético: la obra no se detiene en explicar si pasaron días, meses o años. Una carga emotiva se victimiza ante el duelo. Una cena familiar evoluciona, los vínculos toman otro sentido y allí está Sophie, tratando de crecer de la manera en la que puede y acompañada por la gente que vale la pena.Un retrato sincero e iluminado que habla desde el corazón. La pérdida de un ser querido en una adolescente es expuesta desde el respeto. El ser que ya no está se hace presente en cada momento. Un duelo atravesado con poca contención puede llegar a destruirte. Y aquí recae el objetivo y gran acierto. Es importante visibilizar estos dramas y saber que todos fuimos y seremos Sophie Jones.