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Crítica de "Pienso en el final", la nueva locura de Charlie Kaufman

Charlie Kaufman estrena en Netflix una película que no tiene nada que ver con el tipo de relato que vemos en la plataforma. Por suerte.

Crítica de "Pienso en el final", la nueva locura de Charlie Kaufman
domingo 06 de septiembre de 2020

Es evidente que el guionista de ¿Quieres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999), El ladrón de orquídeas (Adaptation, 2002) y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004) se puso más oscuro una vez lanzado a la dirección. Lo que lleva a pensar si tal vez siempre fue así y directores de la talla de Spike Jonze y Michel Gondry le agregaron la pizca de humor y esperanza a los relatos seudo deprimentes, o es que ahora con el prestigio ganado, Kaufman se permite profundizar en sus miedos existenciales con Todas las vidas mi vida (Synecdoche New York, 2008), Anomalisa (2015), y ahora con Pienso en el final (I'm Thinking of Ending Things, 2020).

De cualquier manera Pienso en el final es una película muy interesante. El punto de vista recae en Luisa (Jessie Buckley) una chica que viaja en medio de una tormenta de nieve con su flamante novio Jake (Jesse Plemons) a conocer a sus suegros (Toni Collette y David Thewlis). Todo se enrarece en la casa de la infancia y el tiempo empieza a deformarse. La subjetividad temporal es caprichosa y nos empezamos a preguntar si ella forma parte de la imaginación de él. Ella se siente encerrada y quiere volver a su casa pero depende de la voluntad de su novio que presenta rasgos de esquizofrenia. Encerrada en el espacio de su pareja -literalmente- también queda encerrada en el tiempo de él.

La película basada en la novela de Iain Reid reflexiona sobre el tiempo y, por qué no, sobre la vejez. “El ser humano es el único animal que sabe que va a morir” piensa Luisa al comienzo del viaje en auto. Frase que sugiere melancolía por el pasado e incertidumbre por no poder vislumbrar el futuro. Con esa condena a cuestas Luisa duda, se angustia y trata de comprender a su pareja.

Pienso en el final tiene todos los condimentos del cine de terror, sin ser una película de sustos pero sí de miedo psicológico y existencial. Tiene los ribetes surrealistas de Eraserhead (Lynch, 1976) en el miedo de ser aceptado por los padres de tu pareja, y de El resplandor (Kubrick, 1980) al mimetizarse con los recuerdos del pasado -¿o del futuro?- con la tormenta de nieve de telón de fondo. Una atmósfera extraña y una serie de pistas deslizadas por la trama hacen inquietante a la película.

En línea con la filmografía de Kaufman, la película no puede dejar de “superponer” capas discursivas, sobre todo en la segunda mitad cuando la historia dentro de la historia (el musical, la literatura, el teatro) se apoderan de la película: son estas representaciones que hacen sugestivo -y entendible- el dolor de Jake por el paso del tiempo, por lo que fue y por lo que será.

No hay explicaciones fáciles, hay que dejarse llevar e interpretar la película. Tampoco sabemos con exactitud en qué tiempo del relato estamos (presente-pasado-futuro). Basta pensar la ambigüedad del título en español, ‘Pienso EN EL final’, que nos habla de proyectar el futuro, pero también, de pensar dentro de él.

8.0
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