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Crítica de "5 sangres", la guerra de Vietnam según Spike Lee

Dueño de un discurso audiovisual propio, Spike Lee dedicó toda su carrera en mayor o menor medida a denunciar la vulneración de derechos de los afroamericanos en Estados Unidos, una mirada que refuerza con mayor intensidad en tiempos de Donald Trump, y le permitió con su anterior película su gran regreso al cine.

Crítica de "5 sangres", la guerra de Vietnam según Spike Lee
sábado 13 de junio de 2020

El infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman, 2018) se metía con el pasado reciente de su América asociado al Ku Klux Klan y por contraste, a los movimientos antiraciales de los años sesenta y setenta. En aquella película no solo renueva el lenguaje cinematográfico entrelazando ficción (el pasado) y realidad (la actualidad) sino también denunciaba un odio social resurgido en focos específicos.

El violento contexto actual, con las manifestaciones por la muerte de George Floyd en manos de la fuerza policial, adelantó el estreno de 5 sangres (Da 5 Bloods, 2020), su opus postergado por la pandemia, producido por Netflix y con eje simbólico en la Guerra de Vietnam. La guerra inacabable de los afroamericanos por sus derechos.5 sangres es la película bélica que todo gran cineasta se permite en un momento de madurez. Lo hizo Francis Ford Coppola en Apocalypse Now (1979), película a la que referencia en varias oportunidades y lo hizo Stanley Kubrick en Nacido para matar (Full Metal Jacket, 1987). La de Spike Lee, fiel a su estilo, es la versión afro de la historia bélica norteamericana.

Es interesante como 5 sangres no deja de ser una película bélica, la guerra es una metáfora de la lucha contra la injusticia, la desigualdad, el engaño y la explotación. Recuperar lo propio no tiene efecto conciliador, de eso se trata conseguir el oro en la película. No es un premio para los protagonistas, es una conquista de derechos negados históricamente. También aparece el engaño de quienes ostentan el poder, primero por parte del gobierno de Estados Unidos que envío un tercio de tropas afro al campo de batalla, donde escucharon por radio el asesinato de Martin Luther King, y después el engaño en el argumento de la película, propiciado por el diplomático francés que interpreta Jean Reno.

Pero también es una película que plantea una mirada retrospectiva (al estilo de Martin Scorsese en El Irlandés) que repiensa la historia de Estados Unidos (una nación construida sobre cadáveres de esclavos, se menciona en un momento) y de los personajes en la guerra que van en busca del quinto fallecido en combate. Vemos a los cuatro veteranos de guerra en el flashback igual de viejos que en la actualidad, solo el soldado muerto aparece joven, un recurso que hace evidente la construcción artificial del recuerdo.

El daño de la guerra de Vietnam y de las guerras en las calles americanas, sigue vigente y, como en El infiltrado del KKKlan el material de archivo se mezcla con la ficción, interviene el relato para potenciarlo con un montaje ideológico propio de los soviéticos de la década del veinte. El formato de la película cambia constantemente, según el “tiempo narrativo”, la mirada a cámara de un personaje o las intervenciones fotográficas que “grafican” lo comentado. La película reelabora su forma constantemente con el fin de asociar ideas.

El cine es discurso para Spike Lee sin dejar de ser entretenido. Un discurso audiovisual que más allá de sus virtudes se revaloriza por la coyuntura. Aquello que el director de Malcolm X (1992) advertía en Cannes al presentar su anterior película ahora es una realidad evidente. El regreso de sus protagonistas al campo de guerra es su manera de dar batalla contra el racismo en su tierra, en una guerra que parece no tener fin.

8.0
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