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Crítica de "Killer Sofa", mátame de risa

¿Qué pasa si el sillón del living, aquel que nos permite ver televisión, comer, dormir -y hasta vaya a saber que más- nos atacase literalmente? Es la premisa de este film del neozelandés Bernie Rao.

Crítica de "Killer Sofa", mátame de risa
domingo 03 de mayo de 2020

En tiempo de confinamiento social, aislamiento preventivo o como quieran llamarle, se establecen rutinas y hasta relaciones con el espacio y los objetos que nos rodean. Incluso, si uno no cuenta con seres queridos a su alrededor puede llegar a crear vínculos con la cafetera, la cama y hasta el inodoro. En ese surrealista momento de encuentro, la computadora y el sofá estarían en el podio de los amigos de la cuarentena.

Pero qué sucedería sí aquel objeto humanizado por la carencia afectiva se vuelve agresivo. Parece un delirio propio del consumo en soledad de estupefacientes pero, aunque no lo crean, alguien ya tuvo la idea. Se trata de Bernie Rao, un neozelandés que, al estilo de un joven Peter Jackson (de la época de Mal gusto), filmó esta película de terror/comedia.

La historia es la del asesino que practica satanismo y quiere poner su espíritu maligno postmortem en un objeto. Ya lo vimos en Chucky, el muñeco maldito (Child's Play, 1988) donde el muñeco con cara de bueno se convierte en despiadado asesino, una película que llegó a tener múltiples secuelas. Killer Sofa (2019) puede correr el mismo destino, aunque esté más cerca de Sharknado (2013) en tono y registro, que del muñeco diabólico.

El sillón tiene 2 botones que emulan los ojos y un pliegue que juega a ser su boca. Un resorte interno es el arma asesina y, para colmo de males, se enamora obsesivamente de su propietaria a quien cela con violencia, al expulsar a cada uno de sus posibles pretendientes. Una pareja de policías investiga el caso y el abuelo de un amigo es el que descubre el maleficio sobre el sofá.

La cuestión es que no hay nada que se pueda escribir para trasmitir el nivel de delirio descabellado que representa esta película. Cuando se creía que todo había sido inventado y el nivel de pasión por la clase B había quedado en los años ochenta, aparece un sillón para matarte...pero de risa. A no perderse esta maravilla bizarra que deja mucha tela -de tapicería- para cortar.

4.0
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