CINEAR - 8 Puntos

Crítica de "Línea 137", una topografía de la violencia de Lucía Vassallo

El segundo documental de Lucía Vassallo (directora de "La cárcel del fin del mundo", 2013), guionado por Marta Dillon, debía presentarse en el BAFICI 2020 antes de estrenarse en las salas nacionales. Por la situación actual ese debut fue cancelado, pero por suerte, esta película necesaria se estrena igual en CINEAR. 

Crítica de "Línea 137", una topografía de la violencia de Lucía Vassallo
sábado 11 de abril de 2020

Línea 137 (2020) sigue a las y los trabajadoras/es del programa Las Víctimas contra la Violencia, servicio estatal que permite a las víctimas ser acompañadas en todo el proceso arduo posterior a un acto de violencia de género y/o intrafamiliar. Este servicio, mediante la llamada al número 137, está, tristemente, sólo vigente en algunas zonas del país (CABA, Resistencia en Chaco y cuatro ciudades de Misiones). La película sigue a dos operativos, el de CABA y el de Chaco.

Desde los primeros minutos, la cámara se lanza en una carrera desenfrenada con estos equipos móviles de atención a las víctimas, constituidos por psicólogos/as y asistentes sociales. Siempre sigue la misma cronología: llamada de la víctima, preguntas concretas por parte de la persona de guardia, intervención, seguimiento post emergencia (en particular acompañar a la víctima a hacer la denuncia si lo quiere).

Frente a la sucesión de los casos, sube la desesperación. Cada uno está retratado en su complejidad, su particularidad y a la vez haciendo parte de un todo, donde la violencia se repite, una y otra vez. La puesta en escena, que no da respiro entre cada historia, representa esta espiral infernal e interminable: una llamada detrás de otra, un caso tras otro. Verdaderos Sísifos, los equipos intentan apagar cada fuego. La música de Juana Molina, hechizante, refuerza este clima opresivo donde la tensión nunca baja.

Pero además de dar cuenta de la violencia de género, la película hace algo pocas veces visto en el cine documental: filma la escucha, la recepción de la palabra. Filma la sensibilidad con la cual los equipos hacen el trabajo esencial de acompañamiento del dolor, de su reconocimiento pero también del trabajo que se hace a partir de ese dolor. Y ahí sí, una ínfima luz se dibuja. Aquella delicadeza se encuentra también a otro nivel: en la decisión de la película de no mostrar las caras de las víctimas, que no están pixeladas al estilo televisivo, sino simplemente fuera de campo o filmadas por atrás. La distancia es púdica, justa.

A veces, Línea 137 parece ser un discurso sobre las instituciones públicas (sobre todo policial y judicial), a la manera de Frederick Wiseman. Salen a la luz sus defectos, sus fallas, sus absurdidades y nos preguntamos como espectadores, junto a los personajes del documental: ¿Por qué no está detenido el novio de la mujer a quién le acaba de pegar? ¿Por qué no está en la cárcel el abuelo violador de la niña que tuvo que sufrir una interrupción de embarazo?

La película termina como empieza: en el medio del tumulto, dejando en claro que los casos de violencia precedieron y seguirán esta incursión. Pero durante aquella, tradujo las vertiginosas y escalofriantes estadísticas de la violencia de género, parte del cotidiano mediático, en algo concreto, tangible. También demostró que lo íntimo es, sin lugar a duda, político.

8.0
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