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Crítica de "Misión Imposible: Repercusión", su película si decide aceptarla

"Misión Imposible: Repercusión" (Mission: Impossible - Fallout, 2018) reafirma lo que ya había demostrado "Misión Imposible: Nación Secreta" (Mission: Impossible - Rogue Nation, 2015): Tom Cruise es una de las mejores estrellas multipropósito que el cine moderno goza y sus mejores películas proveen el tipo de glamor y entretenimiento ingenioso que la mayoría de los tanques de Hollywood se conforman con imitar, a falta de talento, con ironía.

Crítica de "Misión Imposible: Repercusión", su película si decide aceptarla
jueves 26 de julio de 2018

En una época saturada de secuelas, precuelas, spin-offs y remakes es un raro placer dar con la sexta entrega de una franquicia que no ha perdido la energía de la original. Quizás se debe a la versatilidad de la serie iniciada con Misión Imposible (Mission Impossible, 1996). Comparando las primeras tres películas, cada una ha sido estética y estilísticamente moldeada por su director: el suspense hitchcockiano de Brian De Palma, la desmesurada idolatría de John Woo, la economía televisiva de J.J. Abrams. La maleabilidad de la serie ha sido uno de sus mayores fuertes porque la ha mantenido fresca al contar, una y otra vez, la misma historia.

Misión Imposible: Repercusión es lo más parecido que la serie ha tenido a una secuela directa, importando al villano de la película anterior (Sean Harris), varios personajes recurrentes a modo de relevo cómico cosechados a lo largo de toda la serie (Ving Rhames, Simon Pegg, Alec Baldwin) y no menos de dos intereses románticos (Rebecca Ferguson, Michelle Monaghan), todos organizados entorno a la figura del súper espía Ethan Hunt (Cruise) en clave idólatra. Buenos y malos concuerdan en diálogos que pecan de autocomplacientes y rozan la parodia: Hunt es lo mejor que les ha pasado en la vida. Si Ethan Hunt merece la simpatía del público es porque Cruise no tiene problema tanto en desafiar como humillar las limitaciones físicas de su personaje.

Quizás este intento de homogeneizar la franquicia barajando personajes y subtramas recurrentes es en respuesta a la popularidad de los “universos cinematográficos” del día de hoy. En algunos casos el proceso se nota forzado, como la repentina inclusión del personaje de Monaghan que insiste en saldar deudas emocionales que, de acuerdo a las últimas dos películas, no tiene. En otros casos son productos geniales, como el fantástico homenaje a Vanessa Redgrave (la vil Max de la primera película) que compone Vanessa Kirby. La realidad es que el ridículo es parte de la gracia de estas películas, que son tanto una celebración a sí mismas como a un género de cine en particular.

Escrita y dirigida nuevamente por Christopher McQuarrie, las escenas de acción son realizadas con el tipo de claridad y creatividad espacial típicamente reservadas para el reino de la animación. La producción es elegante, la cámara tajante, el montaje intenso. La acción ha decrecido en escala (como claramente anuncia la hazaña introductoria) pero las escenas poseen una forma fluida de conectarse entre sí, de transformarse viñeta a viñeta en tono y forma de acuerdo a las necesidades de la trama. Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, 2015) es una buena comparación en términos de ritmo y visceralidad.

Misión Imposible: Repercusión no es particularmente ambiciosa ni muy diferente a las últimas dos películas de la serie. Una séptima entrega probablemente necesite sacudir las cosas de nuevo. Pero fue fácil decirlo cuando se estrenó Mad Max: Furia en el camino y “Repercusión” lo hace igual de fácil: he aquí la mejor película de acción del año.

9.0
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