Final feliz

Happy end

Happy end (2017) debe tener el nombre más cínico de la obra de Michael Haneke. Por supuesto que la película no tiene un final feliz. Apenas sí tiene un final, porque no posee trama como se la entiende convencionalmente. Los hechos se suceden pero lo que se transforma es nuestro entendimiento de los mismos. La película acaba no cuando las problemáticas de la historia han concluido de una u otra forma sino cuando no hay nada más que complejizar.

Happy end
viernes 13 de abril de 2018
A grandes rasgos la película concierne una familia de clase alta, los Laurent, y la lenta develación de la oscura faceta de cada uno de sus integrantes. El anciano patriarca, Georges (Jean-Louis Trintignant), busca implacable la eutanasia que nadie quiere darle. Su hija Anne (Isabelle Huppert), a cargo de la constructora familiar, se encuentra en proceso de cubrir un accidente fatal causado por la negligencia de su hijo. Thomas (Mathieu Kassovitz), hermano de Anne, dejó a su primera esposa por la segunda y actualmente también la engaña.La película se conduce con la típica frialdad clínica de Haneke, cuya cámara observa a distancia desde umbrales invisibles y cataloga la acción con inexorabilidad documental. Descubrimos de a poco el entramado familiar - quién es quién, cómo se relacionan entre sí y cuál es la forma de la oscuridad que llevan dentro. En el centro de todo se haya Eve (Fantine Harduin), hija de la primera esposa de Thomas que se suma al núcleo familiar luego de potencialmente suicidar a su madre. Es con la cámara de su celular que la película comienza: observando y prediciendo (mediante mensajes escritos en la pantalla) los movimientos de su madre, a quien luego empastillará tras experimentar con una mascota primero.Así como Fantine filtra desapasionadamente la realidad a través de su celular, Haneke disecciona a sus personajes con su cámara. Desde Benny’s Video (1992) que Haneke subraya los efectos de la tecnología en la mirada humana y los procesos de distanciamiento y desensibilización incurridos; es grato y fascinante ver finalmente al realizador contemplar la relación con las redes sociales y la falsa intimidad de internet. La totalidad del amorío de Thomas, por ejemplo, queda resumido en una serie de correos y charlas online en las que la forma contrasta siniestramente con el contenido.Llamarlos “personajes” es caritativo; “sujetos” es más acertado a efectos de la intención del director porque así los trata. Los nombres Georges y Anne Laurent recurren a lo largo de su filmografía como si fueran números asignados una y otra vez a varios experimentos en oscuridad humana. En este caso puede incluso que se trate de una suerte de secuela de Amour (2013), considerando la relación entre los personajes de Trintignant y Huppert y en particular el secreto que Georges revela a su curiosa nieta.Happy end es tan intensa, fascinante y mordaz como uno puede esperar del cine de Haneke. Con ello se insinúan las frustraciones de siempre, como puede ser su crueldad o la naturaleza inconclusa del relato; respecto a una escena en particular, nada más torpe que el cine francés a la hora de comentar sobre la crisis migratoria en Europa. Lo que es seguro es que Haneke no puede dejar a nadie indiferente y Happy end no es la excepción.
9.0
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