Mis recuerdos sombríos

Rastreador de estatuas

Rastreador de estatuas (2015) documental chileno de Jerónimo Rodríguez es una pequeña pieza que trabaja sobre la memoria y el hecho de cómo se producen historias desde la mezcla de los recuerdos. Es, del mismo modo una intensa búsqueda por saber si los recuerdos son reales o imágenes deformadas de otros recuerdos. De resultado particular e impacto un tanto tibio, el film bordea un doble efecto ya que está entre tener al espectador cautivado por un misterio que lo mantiene en vilo hacia el final o de perderlo para siempre y que no se involucre en nada.

Rastreador de estatuas
lunes 02 de noviembre de 2015
Una voz en tercera persona nos cuenta la historia de Jorge, un muchacho chileno que vive New York donde tiene una vida rutinaria trabajando en la producción de películas. Un día en casa de unos amigos ve una documental que le muestra la estatua de un neurólogo llamado Egas Moniz. Desde ese momento le viene el recuerdo de una estatua similar que le mostró su padre en Santiago de Chile. Viaja hacia allá y entre idas y vueltas e historias y recuerdos que traen más historias y, como es de esperar, más recuerdos, desfilará por estatuas, periódicos, y la remembranza de archivos sobre hechos históricos. Todo por el hecho de encontrar la estatua del médico y comprobar si lo que le mostró su padre existe. Resulta interesante la propuesta argumentativa de como un hecho puntual que parece producto de una fantasía arma una línea narrativa. Siguiendo la forma de un cuento policial, la mezcla de historias y de parajes hace que la película sea un trabajo sobre la memoria y sobre la relación entre padre e hijo. La herencia paternal se despierta cuando se trabaja sobre un recuerdo de la infancia. Además porque la misma lejanía del personaje con su tierra natal, regresa a partir de su padre. Una relación distante parece inferirse en el pasado pero que resucita con la estatua de este misterioso doctor. Es atractivo como la película se aleja de reflexiones y deja que las historias se vayan abriendo una tras de otra. Sin embargo, pierde mucho con el uso de una voz en tercera persona. Hablar desde el yo, le hubiera dado una intensa subjetividad para ganar más fuerza e interés hacía lo que sucede. Del mismo modo, hubiera virado entre distintos registros (de los cuales el film carece) e incluso hasta llegar a tener cambios repentinos donde se hubiera adentrado sin problemas. Y si en este caso Rastreador de estatuas trata de alejarse de algún cliché sobre el trabajo de la memoria desde la primera persona, aquí tanta distancia desde quien cuenta la historia, parece jugarle en contra. A esto hay que sumarle que dicho narrador habla de manera repetitiva y, si bien es valorable el riesgo de estilo, una bruma de lentitud y adormecimiento puede comenzar a rondar el ánimo del espectador y estar a punto de despegarse hasta que no aparezca una nueva historia que lo rescate. Del mismo modo, las imágenes por un momento son todas tan iguales que terminan por dispersar la curiosidad inicial que la estatua de un desconocido médico en Lisboa nos despertó.
5.0
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