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Crítica de "El gran hotel Budapest": Entre la comedia y el realismo mágico

"El Gran Hotel Budapest" es una comedia de Wes Anderson que sigue las aventuras del conserje M. Gustave y su fiel botones Zero Moustafa. La historia es narrada por un anciano Moustafa a un joven escritor, quien la comparte con la audiencia en su vejez como un "Autor" que existe como un busto en un cementerio.

Crítica de "El gran hotel Budapest": Entre la comedia y el realismo mágico
lunes 17 de marzo de 2014

La premisa inicial puede parecer complicada, pero cumple su propósito: alejar al espectador del relato para destacar su construcción y cultivar el realismo mágico. La historia se sitúa en el ficticio país de Zubrowka, en una Europa Oriental imaginaria que mezcla la frivolidad victoriana con el preludio de una hegemonía fascista, evocando la fantasía característica de las películas de Hayao Miyazaki.

Ralph Fiennes, no asociado comúnmente con la comedia, se enfrenta al desafío de ser hilarante en un mundo lleno de personajes excéntricos, y lo logra con maestría. Su personaje, M. Gustave, es el típico héroe de Wes Anderson: ceremonioso, con pretensiones de dignidad, pero hilarante ante la adversidad y la humillación. Para él, cualquier momento es propicio para filosofar o recitar poesía, y cortejar a las ancianas huéspedes del Budapest es uno de sus mayores placeres.

La trama se desencadena cuando una de estas ancianas es envenenada, y las sospechas recaen en M. Gustave, ahora heredero de un valioso cuadro llamado "Niño con manzana". A partir de ahí, la historia sigue a Gustave y a su fiel pupilo Zero en una serie de peripecias mientras huyen de la policía, la cárcel, el malvado hijo de la anciana y su matón personal.

La película se desenvuelve de manera juguetona, comprometida con su trama al estilo de una película de los hermanos Marx, con Fiennes en el papel de un desafortunado Groucho. La cinematografía y el diseño de producción son exquisitos, meticulosos y suntuosos, creando un mundo que parece sacado de un diorama y presentando la acción de forma casi caricaturesca, en dos dimensiones.

La híper estilización de la película, junto con su peculiar narrativa, puede alienar a algunos espectadores, polarizándolos entre quienes aprecian el espíritu lúdico del cine de Wes Anderson y aquellos que extrañan una conexión más humana en la historia. Aunque El Gran Hotel Budapest no profundiza tanto en los conflictos internos de sus personajes como "Rushmore", está impregnada de picardía y posee un encanto artesanal innegable.

8.0
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