Entre el cielo y la tierra

Cuando el amor es para siempre

Pasan los años y la historia del cine sigue demostrando que los directores tienen una cierta fascinación con la muerte, o, mejor dicho, con su representación. Cuando el amor es para siempre (Restless, 2011) es una de esas creaciones, a la cual se le suma la (infaltable) temática del amor. Gus Van Sant indaga con cierta intención filosófica la dicotomía vida-muerte a través de dos adolescentes. Y, si bien recorre nuevos caminos, repite giros argumentales por lo que ya pasaron varios films.

Cuando el amor es para siempre
miércoles 21 de marzo de 2012
Enoch (Henry Hopper) es un adolescente de 17 años aproximadamente que  dedica gran parte de su tiempo a visitar funerales. En uno de ellos conoce a Anabell (Mia Wasikowska), una chica de su edad quien también comparte con él la atracción por dichos eventos. Ambos poseen una cualidad común: en sus cortas vidas ya adquirieron experiencias de vida cercanas a la muerte. Anabell padece un cáncer terminal y sólo le quedan tres meses de vida. Por su parte, Enoch sufrió de niño un accidente automovilístico en el cual fallecieron sus padres, dejándolo a él en estado de coma por tres meses. Casi como si de almas gemelas se tratase, estos dos jóvenes entablan una relación singular, embebida por su curiosidad morbosa aunque inocente.Como si no hubiese en el film suficientes elementos que remiten a la muerte, Enoch tiene un amigo fantasma llamado Hiroshi (Ryo Kase), un piloto japonés que murió durante la guerra. Hiroshi es un elemento fantástico dentro del film, en un relato que intenta mostrar de qué manera dos personas tan jóvenes se pueden relacionar con la muerte cuando se perfila tan cercana. No tanto para comprenderla, pero sí para darle una dimensión en sus vidas, sea a través del juego, de la curiosidad por los muertos (el festejo de Halloween funciona perfectamente en este film), o de las charlas de Enoch con Hiroshi.Cuando el amor es para siempre ronda el ya familiar cliché de la historia de amor en el cual uno de los dos miembros de la pareja está por morir. Si bien por momentos parece querer escapar al extremo melodrama que dicho argumento presupone, el director no logra que sus personajes se alejen del todo de ese lugar, lo cual torna ciertas partes del film un tanto aburridas y predecibles.El film de Van Sant se mueve por lugares lúdicos que bordean lo morboso, y  el tono tragicómico no tarda en aparecer. Cuando permite que sus personajes se empapen de dicha cualidad es cuando logra brillar. Porque permite entrever un tema como la muerte desde una perspectiva más mundana, y el drama que dicho tópico supondría se presenta como algo más liviano, sin solemnidad, aunque el peso dramático siga existiendo.
6.0
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