Competencia Oficial

70 Berlinale: Hong Sangsoo, Burhan Qurbani, Eliza Hittman Benoit Delépine y Gustave Kervern

70 Berlinale: Hong Sangsoo, Burhan Qurbani, Eliza Hittman Benoit Delépine y Gustave Kervern
Fotograma de "Never rarely sometimes always"
Fotograma de "Never rarely sometimes always"
sábado 15 de febrero de 2020

Películas Competencia Oficial

The Woman who ran (Corea del sur/2019/77’).

Hong Sangsoo

Aun cuando defiendo todas las películas de Hong, confieso que no soy tan fan de su anterior Hotel by the river (muy ponderada por la enorme mayoría de la crítica). Es que disfruto más de aquellas películas en las que, como en el caso de la hermosa Oki's movie,  no nos encontramos con que la gravedad impuesta por un tema relevante (en el caso de Hotel… la omnipresencia de la muerte) corre el foco de atención respecto de ese amable devenir que tantas veces ha sido identificado como rohmeriano del director de Woman on the beach y Right now, wrong then.

Hay una superficie de aparente y amable  levedad que recorre The Woman who ran, aunque lo no dicho, el fuera de campo tiene -sospechamos- algo de posible oscuridad. La deriva nos lleva por los distintos encuentros de la protagonista con diversas amigas o conocidas a las que hace mucho que no ve. La mujer que corre (o huye, no sabemos de qué) del título, se encuentra sólo con otras mujeres. Intuimos (en una sospecha que con el correr del metraje se convierte en certeza, aunque en pantalla nunca se haya aportado una prueba) que su relación de pareja no es tan buena ni perfecta como se ocupa de reiterar. Está claro que los resabios del patriarcado imponen ritos que se respetan (cuando se respetan) por mandatos atávicos que cada vez resultan menos aceptables. La mirada femenina (y feminista) no surge de un discurso elaborado en palabras. En este film habitado sólo por mujeres, los lugares comunes de lo femenino son aludidos, eludidos, puestos en su justa medida a través de la acción. Celos y rivalidades son, más allá de algún escarceo, dejados de lado en esta serie de encuentros verdaderos, sinceros, en algún punto esclarecedores y luminosos. La dinámica se repite: de la incomodidad nacida de la distancia al re-encuentro, de la rivalidad a la amistad. Los diálogos van creciendo y hablan de mucho más que de los pequeños detalles que dicen las palabras.

Berlín Alexanderplatz (Alemania/Holanda, 2020, 183’)

Burhan Qurbani

Hay que animarse a presentar en la Berlinale una película con el título Berlin Alexanderplatz. Qurbani, hiijo de padres afganos exiliados en Alemania en 1979, sin dudas ha sido atravesado por la obra de Fassbinder. Como impone la referencia, la pretendida cotidianidad del lado B, de lo oscuro de la ciudad, el el punto donde el guión y la cámara hacen foco. Pero allí termina la coincidencia. No se trata de una remake. Y si nos lo tomáramos como un homenaje, el asunto daría más para la ofensa.

La osadía demostrada en el título no se evidencia en modo alguno en la película. En ella sexo y drogas abundan pero las formas son las de una soft porno de los ochentas (si hasta la paleta de colores remite a la iluminación del neón…). El protagonista, inmigrante africano, recorre las noches mientras la voz en off abunda y subraya lo que parece casi un martirologio. Hay mucho de explotación y hasta de moralina en esta obra que, contra lo que se anuncia, nada hay de película travesti (ojalá así hubiera sido).

Éffacer l’historique (Delete history, Francia/Bélgica, 2019, 110’)

Benoit Delépine y Gustave Kervern

Los directores de Aaltra (2004), Avida (2006), Louise-Michel (2008), Mamuth (2010), Le grand soir (2012), Near death experience (2014), Saint amour (2016), Feel good (2018) han sabido construir un corpus cinematográfico habitado por perdedores, desclasados, personajes que se mueven en los bordes o, directamente, fuera de ellos. El prodigio de retratar esas personas entre salvajes y embrutecidas sin mirarlos desde una pretendida superioridad, comprendiéndolos, compartiendo su sufrimiento y sus luchas, es ciertamente llamativo.

Es que Delépine y Kervern, en un camino en el que sus películas parecen ser más urgentes (el aparente descuido formal seguramente tiene que ver con la deriva vital de los personajes que retratan), pueden ser muy ácidos y críticos. Posiblemente porque no se quedan al margen de la crítica, con seguridad porque aman a esos perdedores, sus películas son negrísimas comedias cargadas de una potente fuerza política.

¿Qué quedará de los llamados chalecos amarillos?” parecen preguntarse esta vez. Y la respuesta no es nada amable, por cierto. Lo que mueve a esa pretendida épica, entienden los realizadores, es el ansia de seguir consumiendo. El título de la película remite al borrar el historial de navegación en internet, mas en la mirada de Delépine y Kervern, revisar la historia y apartarse de sus pretendidos mandatos son requerimientos de la feliz anarquía que siempre proponen.

Never rarely sometimes always (EEUU, 2020, 101’)

Eliza Hittman

Uno de los grandes descubrimientos de esta 70° edición, Never rarely sometimes always remite a las posibles respuestas (nunca, rara vez, alguna vez, siempre) que quien pretende realizar un aborto debe contestar para corroborar que no toma la decisión presionada, que no es víctima de violencia de género,etc. 

Autumn tiene 17 años, claramente no es una personaje popular en la escuela y hay algo que definitivamente huele mal en el ámbito familiar. Esas sospechas que generan algunas situaciones del inicio, quedan en eso, en el ámbito de lo sugerido, porque la acción se centra en el viaje a New York acompañada por su prima para lograr lo que en su estado no está permitido. El viaje de un día termina extendiéndose y poco más vemos que el derrotero de esta joven para poder llevar a cabo su elección. Poco más y poco menos, ciertamente. La cámara capta el miedo, la urgencia, la soledad y sigue a Sidney Flanigan (Autumn) y Talia Ryder (Skylar, su prima) en ese “después de hora” cargado de desesperación. Las actuaciones de las dos jóvenes son sencillamente perfectas y pocas veces el cine se ha acercado a este tema con tanto respeto y empatía, sin explotación ni bajada de línea.

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