Diálogos cosmopolitas

Crítica de "La última ciudad", del singular director alemán Heinz Emigholz

El artista integral fascinado por la arquitectura, centra su último opus entre diálogos existenciales ubicados en diferentes y arquitectónicas ciudades.

Crítica de "La última ciudad", del singular director alemán Heinz Emigholz
viernes 04 de diciembre de 2020

La película parte de un disparador: Jonathan Perel contándole a John Erdman (los dos fueron protagonistas de su película Streetscapes, de 2017) un sueño sobre una ciudad que cambiaba de posición y los personajes de rol. Ese juego lúdico está dado en el film que no respeta ningún orden temporal ni espacial en la construcción de la puesta en escena.

Los diálogos entre dos personajes son el hilo conductor de este relato que va cambiando de ‘fondo’ y de tiempo (los personajes también cambian su vestuario entre plano y contraplano). Porque sin dejar de lado el apasionado tema de la charla, el escenario en que tiene lugar se transforma entre plano y plano. Pasamos así por las ciudades de Beerseba, Atenas, Berlín, San Pablo y Hong Kong. De un bar a un museo y de ahí a un mirador.

No sólo eso, los planos son filmados con el horizonte oblicuo y destacando la arquitectura mas llamativa de cada ciudad. Así cada cuadro es una postal y configura una composición geométrica imponente que sostiene y sienta la base de los filosóficos diálogos que van desde la cultura, las guerras, el pecado original, el sexo y la evolución. La profundidad de la charla lucha contra la ‘forma’ de la ciudad que le disputa el protagonismo.

A La última ciudad (Die letzte Stadt, 2019) podemos dividirla en 5 largos segmentos, distinguidos por una música electrónica alegre que funciona de transición. La conexión entre las diversas ‘charlas’ es la continuidad de uno de los actores que aparece en el diálogo siguiente pero interpretando otro personaje. El final donde la muerte se presenta, de forma tan variada como jocosa, relativiza lo charlado durante los 100 minutos de metraje, quitando densidad a la película y exteriorizando su carácter caprichoso y artificial.

7.0
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