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Crítica de "Chico ventana también quisiera tener un submarino", de Alex Piperno

La ópera prima de Alex Piperno, "Chico ventana también quisiera tener un submarino" (2020) recupera, a su manera, algunas ideas ya trabajadas en el cine y la literatura sobre viajes y conductos hacia otros mundos, y que, además, emparenta la propuesta, por momentos, con un cine reflexivo y poético que trasciende el tradicional relato y estructura dramática de la puesta cinematográfica.

jueves 26 de noviembre de 2020

No es tarea de la crítica cinematográfica revelar detalles acerca de la propuesta que se analiza, al contrario, pero en películas tan particulares como la presente, es inevitable agregar alguna información para atrapar al cautivo espectador e invitarlo a sumergirse, sin dudarlo, en una construcción diferente, que comienza casi como un documental de observación en Filipinas, para luego transitar diferentes géneros y estilos en la ciudad, el mar, y en las alturas edilicias.

Es curioso, que otro film reciente de origen uruguayo, Las olas (2017), de Adrián Biniez, trabaje también en ese laberinto narrativo en donde presente y pasado confluyen en sintagmas aislados, pero que al momento de reconectarlos, generar un sentido, al igual que el título, que una vez atravesada la experiencia, se resignifica y se destaca por su belleza. En el original y valiente título, que propone una mirada lúdica acerca de las conexiones y causalidades entre el protagonista y su entorno, un empleado de un crucero pasa sus horas entre rutinas laborales y el descubrimiento de nuevos universos a partir del descubrimiento de una conexión entre la embarcación y ellos.

Lo que potencia principalmente esta pequeña pero gran historia, es el contraste entre los universos que se muestran. Por un lado una frondosa selva, en donde una misteriosa construcción hace sospechar de algún maleficio a los lugareños, un departamento citadino, en donde la cotidianeidad de aquella que habita el espacio es sorprendida, y el crucero, ese no espacio, en donde la idea de descanso se multiplica a la par de la cantidad de bebida y comida se pueda consumir en el menor tiempo posible.

A la valentía del protagonista, se le suma la de aquellos que experimentan la conexión con éste y su devenir, un continuum en donde el día y la noche, la mañana y la tarde, se empastan, generando un nuevo tiempo, un no tiempo, entre todos las escenas que se presentan.

Hábilmente el director dosifica su relato, con escasos diálogos, con una cámara que recorre espacios, los describe, con sugerencias y enigmas, que ni siquiera con todos los índices que se van dejando a lo largo de la historia, se terminan por cerrar aquellos puntos que se disparan. Por suerte, porque en el devenir de Chico ventana también quisiera tener un submarino hay algo lúdico que refuerza esa experiencia iniciática del personaje central, el que, gracias a la sólida interpretación de Daniel Quiroga, un flaneur de universos, que no sólo transmite el misticismo y duda sobre aquello que se ve, sino que, principalmente, sobre aquello que no.

Alex Piperno logra en su ópera prima adentrarse en el cine fantástico, sin efectos, pero con las ganas de jugar en el soporte, imaginando, como las primeras experiencias cinematográficas, trasladar a los espectadores a escenarios y momentos únicos, los que, en tiempos de abulia creativa, son más que bienvenidos.

8.0
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