Laberinto

Largo viaje hacia la noche

Tras el éxito de Kaili Blues (2015) en el Festival de Locarno, premio al Mejor Director Emergente, Bi Gan regresa con Largo viaje hacia la noche (Long day’s journey into night, 2018) -estrenado en la sección Un Certain Regard de Cannes 2018-, donde puede demostrar su enorme talento y, sobre todo, su valentía para afrontar retos formales increíbles: la segunda parte de la película es, de nuevo, un plano secuencia de casi una hora, pero esta vez filmado en 3D.

Largo viaje hacia la noche
jueves 23 de enero de 2020
Antes de los títulos iniciales, un mensaje lanza un desconcertante aviso: "la película no es íntegramente en 3D, pero invitamos a los espectadores a colocarse los anteojos cuando también lo haga el personaje principal". Es una curiosa manera de establecer el primer contacto con el espectador, de empezar la interpelación directa a los sentidos que supone la obra de Bi Gan. Desde esos minutos iniciales, Largo viaje hacia la noche hace gala de una identidad atípica que se concreta una hora más tarde cuando el personaje principal, Luo Hongwu (Jue Huang), entra en una sala de cine y se pone los famosos anteojos. Entonces aparece el título de la película y empieza el espectáculo: un plano secuencia donde todo es mentira. Es un sueño, sobre un recuerdo, sobre un pensamiento, sobre otro sueño, sobre la representación de una imagen, sobre otro recuerdo, otro sueño… y así se forma un espiral que no termina nunca, pero que construye una película envuelta de una atmósfera onírica hipnótica, donde se entrelazan los sueños, los recuerdos y los encuentros en torno a una investigación con fines de venganza y centrada en un objetivo casi incomprensible.En la primera parte, ambientada al estilo Wong Kar Wai, se muestra como el protagonista regresa de la ciudad de Kaili para buscar al asesino de su amigo Le Chat, pero también a la mujer que amó. En su camino, encuentra unas pistas, que lo conducen a casas inundadas, a un depósito y, finalmente, a un túnel que le hará entrar en una dimensión aún más fantasmagórica donde el espín de una raqueta de ping pong le permitirá a reunirse con Wan Qiwen (Wei Tang), la mujer que se ha cruzado en su camino y a quien seguirá para seducirla en un universo nocturno lleno de escaleras enmarañadas, llamas que indican el camino y encuentros extraños, donde lo efímero se fusiona con la eternidad. Una experiencia cinematográfica ineludible, un ser cinematográfico perfecto en el que el espectador debe sumergirse de lleno esperando pocas respuestas y buscando su espacio en cada imagen propuesta, en cada idea lanzada desde su embriagado onirismo. Con Largo viaje hacia la noche, además de consagrarse definitivamente como el director chino más prometedor, Bi Gan consigue que el cine entre por la retina y sobrepase los límites narrativos para apelar directamente a los sentidos.
10.0
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