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Crítica de "Sinónimos: Un israelí en París", explorando la identidad a través de la metamorfosis
"Sinónimos: un israelí en París "(Synonymes, 2019), de Nadav Lapid, merecidamente galardonada con el Oso de Oro en el 69º Festival de Berlín, es una obra que desafía las convenciones cinematográficas y se adentra audazmente en las complejidades de la identidad y la búsqueda de pertenencia.
La historia sigue la travesía de Yoav (Tom Mercier), un israelí que llega a París buscando refugio tanto de las tensiones de su país en guerra como de su propia identidad. Este intrincado viaje de autodescubrimiento se desenvuelve a través de una serie de encuentros y diálogos que fluyen de manera inesperada y a menudo surrealista.
Desde el momento en que Yoav aparece desnudo y vulnerable en una habitación desconocida, la película establece un tono de desconcierto que se mantiene a lo largo de la narrativa. Su relación con Émile y Caroline, quienes lo rescatan de las gélidas calles parisinas, sirve como punto de partida para una travesía emocional y psicológica que trasciende las fronteras tradicionales del cine. La película logra amalgamar escenas desplazadas y diálogos literarios en una estructura única, demostrando la destreza del director en la creación de una experiencia cinematográfica completamente singular.
La metamorfosis que Yoav experimenta mientras busca abrazar una identidad francesa contrasta fuertemente con los persistentes choques contra su propio pasado. La película presenta de manera convincente la tensión entre su deseo de asimilación y la arraigada lealtad hacia su país de origen. A medida que Yoav lucha por reconciliar estos opuestos, se revelan momentos de deseo, rabia y desesperación que destilan la profunda lucha interna del protagonista.
La habilidad de Lapid para manejar una variedad de técnicas cinematográficas enriquece la narrativa. Desde primeros planos íntimos hasta planos americanos que capturan la vastedad de las emociones, la película utiliza una gama diversa de recursos visuales para transmitir la complejidad del viaje de Yoav. La mezcla de blancos inmaculados, escenas nocturnas y una paleta de colores expresiva añaden profundidad a la representación visual de la historia.
Sinónimos: un israelí en París va más allá de las convenciones narrativas tradicionales y desafía al público a explorar las capas de la identidad y la pertenencia. La dirección de Lapid se refleja en su capacidad para crear una experiencia cinematográfica enriquecedora y única.
