Crítica de "Ceniza negra": Cuando la mirada se transforma

Luego de participar de la Semana de la Crítica en el 72 Festival de Cannes, se presenta este relato de iniciación tan particular, que traspasa las barreras de la vida y la muerte con poesía y encanto.

Crítica de "Ceniza negra": Cuando la mirada se transforma
lunes 04 de noviembre de 2019

Esta coproducción entre Costa Rica, Argentina, Chile y Francia, tiene de protagonista a Selva (una genial Smachleen Gutiérrez), una preadolescente de 13 años que, como todas las niñas de su edad, debe dar el salto al mundo adulto. Pero su situación no es la de cualquier niña, vive con su abuelo y su también anciana vecina Elena, en una rudimentaria casa a orillas del mar en pleno entorno selvático. Entre serpientes y rituales que propician apariciones fantasmales, la niña se comunica con ambos mundos –el de los vivos y el de los muertos- mientras su cuerpo va cambiando.

Ceniza negra (2019) encuentra otra manera de representar el fin de la inocencia, y lo hace sin concesiones morales. La mirada infantil se desvanece cuando la niña asume la responsabilidad de cuidar a los ancianos con quienes vive, y entiende al mismo tiempo los infantilismos de los adultos que la rodean. La muerte es el otro factor que predomina en su cambio de punto de vista, y no se presenta de forma trágica al estilo Disney sino como parte de la vida, un pasaje más de la transición terrenal.

Por último aparece la naturaleza, como esa fuerza irracional que todo lo puede y que prevalece ante la finitud humana. El mar, los árboles y las serpientes son parte de ese mundo repleto de sabiduría con el que los protagonistas aprenden a convivir. Esta película dirigida por Sofía Quirós Ubeda es un relato lúdico y fantástico sobre la transformación de la mirada. Un film de búsqueda y autoconocimiento plagado de ideas y sensaciones que se perciben desde la mirada de Selva, a flor de piel.

8.0
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