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Crítica de “Aladdín”, el exotismo oriental de Guy Ritchie

Ha llegado uno de los remake de Disney del gran conjunto que se estrena este año “Aladdín” (2019), recientemente se ha estrenado “Dumbo” (2019) y en julio llegará “El Rey León” (The Lion King, 2019) y el año próximo “Mulan”.

Crítica de “Aladdín”, el exotismo oriental de Guy Ritchie
miércoles 22 de mayo de 2019

Recordemos que las nuevas versiones live action comenzaron con Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland, 2010) y siguieron con La Cenicienta (Cinderella, 2015), El libro de la selva (The Jungle Book, 2016) y La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 2017). Pero si nos extendemos un poco más en el tiempo ya hubo previamente un trabajo de “acción real” en Disney con la versión del clásico animado 101 Dálmatas (101 Dalmatians,1996), más cercano a la propuesta actual y salvando las distancias Maléfica (Maleficent, 2014). Por último, es importante mencionar que en su contexto de producción la versión animada Aladdin (1992) fue exitosa, volviéndose uno de los filmes más recordados del periodo de “renacimiento” de los Walt Disney Studios.

Aladdín inicia sorprendentemente con un barco pirata en donde uno de sus personajes narrará la historia como un cuento infantil, con un tono más familiar que en el original de 1992. Así se da paso a un gran paneo por la noche de Arabia que sitúa al espectador dentro de sus tres escenarios principales: el palacio en donde viven Jasmine y su padre el Sultán de Agrabah, las calles de la ciudad territorio del pobre Aladdin y la “Cueva de las Maravillas” con forma de cabeza de tigre donde se esconde la lámpara mágica que desea el villano Jafar, el asesor político del sultán.

En esta adaptación dirigida por Guy Ritchie, especialista en películas de los géneros de acción y criminal, es notoria su impronta en las escenas de persecución mediante sus típicas cámaras rápidas, que remiten y recuerdan que la animación estaba basada en el cuento homónimo perteneciente a “Las mil y una noches”, y al film El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad, 1924/1940).

Su propuesta pese a las pocas expectativas que generaron los avances de la misma, logra ser digna y entretenida, y en ella se destacan principalmente las escenas apoteóticas musicales características de las animaciones entrañables de Disney. En dichas escenas musicales se enaltece el filme, sobre todo en las interpretadas por el actor y cantante Will Smith en el papel del Genio, que había sido vociferado originalmente por el carismático Robin Williams, presentando en consecuencia un gran desafío.

Además, no es casual que el genio, que representa una forma de esclavitud, sea ahora interpretado por un actor negro. Aladdín mediante los colores estridentes y las formas del diseño de vestuario, y un resaltado feminismo en el estatuto de personaje de Jasmine, hacen notorios sus cambios con respecto a la versión previa.

En esta ocasión el carácter rebelde de Jasmine en la película animada es potenciado constantemente, e incluso ella es menos cosificada a través de su vestuario, el cual exhibe menos su figura. Sin embargo, a pesar de ese empleo positivo de su vestimenta, uno quizás negativo es que su formalismo y su excesiva saturación del color remite al exotismo oriental del cine clásico para el cual todo oriente parece ser una misma cosa homóloga. Cuando es sabido que lo árabe y lo hindú no son lo mismo, aunque se diga desde la producción que esta decisión está vinculada a los orígenes de la madre de Jasmine, si bien se reconoce que el aspecto hindú ya estaba presente en la versión de 1992 desde la arquitectura. En consecuencia, lo hindú es enfatizado en esta ocasión, incluso desde algunos cuadros musicales que parecen escenas de una película de Bollywood.

Finalmente, respecto a las madres y el pasado tanto de Aladdin como de Jasmine en este largometraje se hacen más presentes de diversas formas, mientras que en la versión original estaban ausentes. En consecuencia, hay un cambio respecto del lugar social que ocupa la mujer en el filme, también plasmado en el deseo de Jasmine de gobernar por sí misma. Las actuaciones de ambos jóvenes casi desconocidos –Mena Massoud y Naomi Scott- muestran su talento sobre todo a nivel vocal. Sin embargo, la interpretación del también poco famoso actor Marwan Kenzari resulta ineficiente y también su caracterización es poco convincente para un villano animado de la envergadura de Jafar.

En conclusión, Aladdín resulta entretenida y correcta pero seguramente no sea una película que perdure a lo largo del tiempo. Al igual que Dumbo (2019), da una pequeña vuelta de tuerca al final con un mensaje más acorde a la corrección política actual, aun así, sigue siendo un clásico del amor interclasial característico del melodrama, modelo que siempre parece funcionar.

6.0
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