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Crítica de "Silvio (y los otros)", Silvio Berlusconi y una vida publicitaria

La biopic de Silvio Berlusconi de Paolo Sorrentino está lejos de ser una historia convencional. Es una propuesta con estética publicitaria para habitar y disfrutar sobre este particular mandatario, propia de la parafernalia lúdica y patética de "La grande bellezza" (2013).

Crítica de "Silvio (y los otros)", Silvio Berlusconi y una vida publicitaria
lunes 12 de junio de 2023

La historia empieza con una revelación: Sergio Morra (Riccardo Scamarcio), un drogadicto y mujeriego político en ascenso tiene sexo con una prostituta y, en medio del acto, observa el tatuaje del Cavalieri en el cuerpo de la mujer. Sergio se obsesiona con acercarse a la figura del misterioso presidente mediante más drogas, más prostitutas y mucha pero mucha fiesta. Silvio Berlusconi (Toni Servillo) es un excéntrico magnate que vive aislado en su mansión donde recibe bellas mujeres y hombres poderosos. Su esfuerzo por regresar al cargo apartado por los “comunistas” será su objetivo, para eso debe explotar sus cualidades de hombre carismático y seductor. En una escena memorable se hace pasar por un vendedor de propiedades (oficio de su pasado) para demostrarse que aún puede venderle a una ama de casa un departamento que no necesita.

En este tópico la película explicita su crítica social con puntos de contacto con El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2014). La capacidad de vender es el arma y fuerte de manipulación en un mundo donde los principios quedaron de lado. Otra escena viene a resumir la posverdad: Silvio habla con su nieto acerca de una teoría inventada y dice “no importa si es verdad, lo importante es que me creas”. Los parecidos con la película de Martin Scorsese siguen con las inmensas y desmesuradas fiestas de alcohol, sexo y drogas.

Porque a Silvio (y los otros) (Loro 1, 2018) no le interesa el realismo ni encontrar la verdad detrás de Silvio y los suyos, sino el halo de misterio que los envuelve, que explica lo inexplicable de su poder de seducción, de su postura de puesta en escena llevada al extremo con su sonrisa siempre firme, con su sentido del humor y su espíritu de triunfo intacto. Un hombre que dice trabajar por Italia pero que vive como un magnate aislado de la realidad, en un mundo de fantasía inventado por él mismo con su imperio televisivo detrás que promueve valores asociados a la superficialidad y la exposición. Sorrentino invita al espectador a transitar ese universo desde la óptica de Berlusconi, para gozar junto a él y encontrar por consecuencia sus miserias.

Como en La grande bellezza Paolo Sorrentino articula una deliciosa estética publicitaria en medio de un ambiente de decadencia lleno de citas poéticas. Las ovejas en su mansión, el terremoto y el Cristo que baja del cielo, vienen a mostrar la complejidad del retrato que, si bien sobre el final adquiere algunos tintes melodramáticos con su relación matrimonial (Elena Sofia Ricci interpreta a su mujer), el resto es una experiencia sensorial única para dejarse llevar por las imágenes y encontrarse con esa extraña aura que rodea al personaje.

9.0
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