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Crítica de "Gloria Bell", con Julianne Moore, iguales pero distintas

Son pocos los casos de directores que realizaron remakes en otros países de sus propias películas. Alfred Hitchcock, Frank Capra, Sam Raimi, Yasujiro Ozu, Michael Haneke, Hideo Nakata y ahora Sebastián Lelio, que se anima en Gloria Bell (2019) a revisitar la historia de una mujer que desea, se apasiona, ama y odia con la misma intensidad que grita y llora.

Crítica de "Gloria Bell", con Julianne Moore, iguales pero distintas
sábado 06 de abril de 2019

A primera vista Gloria Bell y Gloria (2013) son iguales, arrancan con la misma escena, se suceden en casi los mismos planos y situaciones, los conflictos narrativos son iguales. Pero eso en una primera mirada muy superficial. Porque al comenzar el relato, la nueva versión decide transitar en caminos que estaban sugeridos en su predecesora, explotando algunos recursos diegéticos, como la utilización de música y banda sonora, y momentos de la protagonista cantando, para comenzar a liberarse de la original y construir al personaje de una manera más sólida.

Gloria (Julianne Moore) es una mujer divorciada hace más de 10 años que durante el día se entrega a la rutina de un trabajo, que maneja sin mayores complicaciones, y por las noches explora sus deseos en clubes de tragos y bailes, donde siempre encuentra compañía para dar rienda suelta a sus manías y obsesiones. Sus hijos ya no la necesitan, ni siquiera el mayor (Michael Cera), quien, con un hijo pequeño, recientemente fue abandonado por su mujer, que se encuentra “explorando su interior” en algún desierto de alguna parte del mundo, y su hija (Caren Pistorius), que está a punto de tomar una decisión drástica en su vida.

Cuando Gloria conoce a Arnold (John Turturro), sus deseos comienzan a transformar sus horas, y aquello que antes la agobiaba y la ponía en jaque, comienza a relajarse, para devolverle en el espejo una versión diferente de ella misma, una posibilidad que la hace sentirse bien, hasta que algunos detalles inesperados comienzan a tambalear el vínculo.

Julianne Moore compone a Gloria con un enorme talento para que los detalles característicos del personaje (anteojos, peinado, vestimenta) y su pasión por la música, sean solo una vía de interpretación de cuestiones mucho más profundas, que se relacionan con el miedo a quedarse sola de la protagonista, impulsándola a deambular por la noche a pesar de tener que al otro día cumplir con las obligaciones de siempre, y el temor a que sus hijos no la tengan en cuenta para sus planes.

Un elenco secundario de lujo, que incluye a Rita Wilson, Holland Taylor, Brad Garrett, Chris Mulkey, Barbara Sukowa y Jeanne Tripplehorn, hacen de las interacciones de Moore con cada uno de ellos un verdadero duelo actoral, potenciando escenas y concretando conflictos de una manera única.

Historia de amor y de desencuentros, tal vez en ésta oportunidad el personaje esté demasiado atado a los hombres, y muchas de sus acciones y manera de resolver vínculos y situaciones, se condicionan por una mirada patriarcal acentuada en el relato, algo que en la película original se mostraba mucho más independiente de los varones que rodeaban a Gloria.

“Quiero morir bailando” dice Gloria en un momento de la película, y los espectadores la acompañan en cada una de las canciones, clásicos de los años ochenta, que invitan a bailar desde la pantalla, sin olvidar el mensaje de empoderamiento que se despliega para construir una película similar pero distinta, que mantiene vivo el amor que Sebastián Lelio ofrece a sus personajes en cada una de las escenas y que lo reafirman como un autor imprescindible dentro del panorama de realizadores actual.

7.0
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