De cultos y cameos bizzaros

Shembo, el esclavo del mal

Después de reflexionar un par días, se vuelve cada vez más difícil clasificar o tratar de entender qué és Shembo, el esclavo del mal (2018). No nos referimos a tener problemas para entender el argumento del film... bueno, al menos creemos que eso lo captamos. Aunque las mayores complicaciones vienen cuando uno intenta rebobinar, volver tras los pasos de su trama y reconstruir que vieron nuestros ojos.

Shembo, el esclavo del mal
sábado 08 de diciembre de 2018
La dupla de directores Roberto Valerstein y Mariano González dan forma a una criatura bíblica mitológica: el Shembo, un supuesto espíritu maligno cuya función es proveer de almas al mismísimo Satanás. La estructura narrativa se compone de una serie de secuencias sin mucha conexión entre sí, excepto porque a todos los personajes involucrados los une un fuerte vínculo con el ministro de un extraño Culto, quien también parece debe ser su próspera congregación a algún tipo de pacto oscuro. El misterioso Shembo viene haciendo estragos en todo el continente, desde Estados Unidos hasta Argentina, pasando por Colombia y Ecuador. Toda la patria grande y un pedacito más sufre los ataques, al punto tal que una agente del mismísimo FBI (¡!) viaja a nuestro país para investigar el caso.Es necesario hacer una aclaración: esta crítica no abusa intencionalmente de definiciones imprecisas respecto de la trama de Shembo, el esclavo del mal; pero lo que pragmáticamente podríamos interpretar como “criatura misteriosa captura mujeres para el Diablo” se va deformando y alejando de su premisa básica escena tras escena. Los personajes se siguen amontonando y los cameos clase B sobreabundan, con nombres como Ariel Puchetta (ex cantante de Ráfaga), Pipo Cipolatti, Natacha Jaitt, Cacho Rubio, Cinthia Fernández, el Pato Galván, Noemí Alan y la performance de Ivo Cutzarida, cuyo personaje sufre la muerte más bizarra y poética del film, algo que (considerando las circunstancias) dice mucho. Pero estos cameos no suceden en función del relato, sino que parecen cumplir algún que otro capricho.Conforme avanza la trama, poco importa si el Shembo rapta mujeres, o mata a cada persona que se cruza en su camino sin importar el género. Las escenas se siguen apilando y da la sensación que puede seguir así por siempre, sumando personajes y subtramas. Incluso vemos un flashback de lo que parece ser un inmigrante italiano que algo tendría que ver con todo esto, pero la cuestión es tan vaga que pasa a ser otro elemento descolgado en medio del relato.Como toda producción independiente, sufre por ciertas limitaciones técnicas y de presupuesto. El formato de registro va variando indefinidamente, sin tratarse de una elección estética, casi al estilo guerrilla. Temáticamente se manejan ciertas bajadas ideológicas demasiado elementales sobre los ricos, los pobres, los buenos y los malos, etc. Las caracterizaciones no saben de grises ni puntos intermedios. La utilización de la banda sonora es prácticamente abusiva, como si fuese necesario poner música a cada escena para evitar el silencio de fondo.Tal vez seamos demasiado duros. Tal vez la idea detrás de Shembo es que sea el propio espectador quien de forma a este Frankenstein cinematográfico. Tal vez dentro de 20 años estemos hablando de una obra de culto que supo encontrar a su público. Pero en este 2018, como máximo podemos recordar jocosamente la muerte de Ivo Cutzarida en boxers. ¿Será que todavía no estamos listos para Shembo? Esto casi nos hace desear que el tiempo pase rápido para poder apreciarla como (Tal vez) corresponde.
4.0
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