Diez menos

Todo comienza cuando a Quique (Diego Pérez) lo persigue la desgracia: pierde el trabajo, su mujer lo deja, lo seduce una vecina casada, y hasta el cura de la iglesia –donde es monaguillo- no le tira una soga en su mala suerte. La fatalidad en clave de comedia y con Quique gesticulando su malestar es el común denominador de esta comedia fallida. Actúan también Roly Serrano (el pizzero), Jimena Anganuzzi (la chica nueva de la iglesia) y Ernesto Claudio (el jefe gallego).Hay una carencia de comedias y comediantes. Es cierto, a la muerte de Emilio Disi se le suma el afán de Guillermo Francella por ser considerado un actor “serio”. Los tiempos de Olmedo y Porcel quedaron en el pasado, y el tipo de humor que pregonaban, también. Las épocas de corrección política terminaron por socavar las posibilidades de reírse, y salvo Diego Capusotto, no quedan humoristas que sobrevivan a esa camada de actores que alguna vez fuera muy exitosa.Diez menos trata de recuperar con Diego Pérez como capo cómico -que hace lo que puede- un viejo subgénero de humor básico y Naif que mezcle la acción episódica de las películas familiares de Enrique Carreras con dosis de ternura a lo Sandrini, que Francella supo manejar muy bien en sus comedias para toda la familia, al pasar de un registro cómico a otro dramático.Los directores Daniel Alvaredo -que también actúa- y Roberto Salomone, con guion de Osvaldo Cascella, tratan de revivir ese estilo de comedia pasatista apta para todo público pero la pifian en la mayoría de los mandamientos: No es graciosa, no tiene ritmo y con escenas patéticas como la de la vecina fea tirando besos al protagonista para acosarlo, que se creían erradicadas en el siglo XXI. Diego Pérez y parte del elenco sobreactuando en clave estereotipo social, son llevados a un extremo paródico que invita a las risas grabadas de la televisión para generar sonrisas que no llegan.El resultado es un producto muy menor, que no encaja con los códigos de humor actuales ni con las exigencias de un espectador contemporáneo. Que hay que reinventar al humor es cierto, pero esta no es la manera.