Polémica en el bar

Grass

Escondida en un pequeño bar en las afueras de Seúl, una mujer (Kim Min-hee) escribe rápidamente sobre aquello que ve y escucha en el lugar. La anécdota que dispara Grass (Pul-lip-deul, 2018), última película de Hong Sang-soo es la posibilidad de seguir con su microuniverso de vitales personajes e ideas llevadas a cabo con pocos elementos.

Grass
martes 24 de abril de 2018
El director coreano no necesita de un gran presupuesto, efectos especiales o años de desarrollo de sus guiones, sólo le bastan un puñado de actores, una cámara que refleje la acción y muchas ganas y pasión para realizar su cine.En Grass nada está preestablecido, al contrario, mezcla diferentes historias desde la visión de aquel testigo del bar: la de una pareja que debe superar una pérdida, un actor que no consigue trascender y está a punto de perderlo todo -incluso su dignidad-, y un escritor que apenas logra mantener sus ideas claras. Un manifiesto sobre los vínculos que trascienden los disparadores y conflictos presentados.Min-hee escribe en su computadora, San-Soo la filma y la deja que guie al espectador en la intimidad de los protagonistas. Por momentos su voz funciona como una conciencia que deposita ideas sobre los personajes, en ocasiones repercute en la historia por la claridad, sobre lo que vemos en pantalla pero verbalmente y, en menos oportunidades, interviene directamente con su cuerpo en el relato.A diferencia de producciones anteriores, en las que el traslado era el leit motiv del relato, en Grass el movimiento es promovido por la cámara, la que elige en vez de contemplar, ser parte de cada uno de los conflictos que se van desarrollando. El lente va y viene, habla un personaje, lo atiende, habla el otro, mira a ese también.Como un participante más, Hong Sang-soo y su cámara desandan los pasos de los relatos sin tomar partido, más allá de que Kim Min-hee pueda reflexionar sobre las situaciones presentadas, prefiriendo la expectación para configurar el entramado de historias presentadas. La naturalidad de las escenas, apoyadas en una explosión verbal contundente y registradas en un blanco y negro rabioso, que destila verdad y dolor, amor y tristeza, lucha y sentimiento, conforman el verosímil de una película que en manos de otro director podría haber terminado en una maniquea superposición de imágenes.La habilidad de Hong Sang-soo radica en superar la tentación del lugar común, evitando crear un pastiche mezquino sobre la peor faceta humana, algo que sólo su reflexiva técnica y posición en el cine pueden lograr. En Grass en vez de mezquindad hay afecto, y en la decisión de sumar hacia el final a los personajes en un brindis de soju indiscriminado, hay también una economía de recursos que potencia la propuesta y que manifiesta la ingeniería de un director que con pocos elementos y minutos termina por configurar un potente relato sobre las miserias, aspiraciones, necesidades, y postergaciones de sus protagonistas.
8.0
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