Perdido

Agujero negro

En 2014 el ecuatoriano Diego Araujo debutaba en el cine con Feriado, una película iniciática sobre una historia de amor gay enmarcada en la crisis socioeconómica que afectó al país a finales de la década del 90. Cuatro años más tarde regresa con una obra totalmente opuesta, tanto en forma como contenido: Agujero negro (2018), esta vez la crisis es la de un escritor a punto de convertirse en padre.

Agujero negro
viernes 13 de abril de 2018
Víctor es un escritor al que la crítica lo tuvo como uno de los secretos mejores guardados de la literatura ecuatoriana después de editar su primer libro. Pero su obra magna aún no aparece y la promesa se va desvaneciendo a medida que pasa el tiempo. Vive con Marcela que de la noche a la mañana anuncia en una reunión que se convertirá en madre. Se van a vivir a un country de prestados, en un mundo totalmente ajeno, y Víctor entra en una profunda crisis existencial, que puede convertirse en el detonante para que finalmente la palabra promesa se vuelve realidad. Agujero negro es una película intimista, filmada en muy pocas locaciones, fotografiada en blanco y negro, con apenas unos pocos personajes y en donde los diálogos y los personajes están por encima de la puesta en escena. Todo lo contrario a lo que era Feriado. No es teatral pero bien podría serlo y que una película de estas características no se convierta en teatro filmado es porque detrás hay un cineasta que puede recurrir a una puesta austera, sin grandes pretensiones, pero sin olvidarse de que el cine es cine.Con claras influencias del mumblecore norteamericano y la nueva ola francesa, Araujo construye una película despojada de artilugios, que transita, como su personaje principal, por realidades y sueños, por un mundo de verdad y otro surrealista, y donde tópicos como la creación, la familia, la lucha de clases, la madurez, el éxito y el fracaso son abordados en tono de comedia. Un película que arriesga sin importar las consecuencias.
7.0
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