La suerte está echada

Good Luck

Dirigido por Ben Russell, Good Luck (Good Luck, 2017) es un díptico documental que presenta, discreta y sin esgrimir una hipótesis obvia, la sacrificada vida de dos grupos de mineros: unos excavando cobre en las profundidades plutónicas de Serbia, los otros buscando oro en las junglas de Surinam. “Buena suerte” se desean al comienzo de cada jornada.

Good Luck
sábado 18 de noviembre de 2017
La película no alterna entre estos dos mundos ni invita grandes comparaciones. Tras un breve epílogo en el que una banda fúnebre marcha hacia cámara, pasamos a los mineros serbios en pleno descenso (cinco minutos corridos) al inframundo. Cavan, pican, perforan. Las minas apenas son iluminadas por los débiles haces de luz de sus cascos. Hacia la mitad de la cinta abandonamos a los mineros y pasamos a los autoproclamados “piratas” que bombean y filtran agua en Surinam en busca de oro. Se espeja la misma estructura: trabajo, convivencia y ocio.La cámara sigue el recorrido de los trabajadores - un motivo recurrente es medir la distancia en tiempo real que hay que caminar en cada trabajo - y se deja llevar por observaciones aparentemente accidentadas sobre lo que sea que esté haciendo cada persona. Los sonidos de la naturaleza se mezclan con los ruidos de la maquinaria humana. Cada sitio impregna a la película de sí mismo, lo cual probablemente era la intención del director.Cada tanto la “acción” se ve interrumpida por primeros planos en blanco y negro de los trabajadores que existen fuera de la lógica vérité del resto de la película. Entran en cuadro, se sientan y se quedan mirando a cámara durante dos o tres minutos. Nunca dicen nada; mejor dicho, nunca hablan. ¿Pero qué dicen? En ningún momento la película se hace cargo. Quizás la cuestión es dar personalidad a los trabajadores - darles literalmente un rostro. La tentación es hacer como Kulechov y buscar la conexión con lo que ocurre inmediatamente antes o después. La realidad es que el espectador va a ver lo que quiera ver en sus expresiones.Cada tanto una voz (¿Russell?) interpela a los mineros en sus momentos de descanso. Hace las mismas preguntas a todos - cuánto tiempo llevan trabajando, qué los motiva, qué les da miedo, qué esperan del futuro, etc. Las respuestas son parcas y más o menos idénticas. No hay grandes revelaciones o reflexiones: trabajan porque necesitan el dinero y por supuesto todos desean algo mejor para sus hijos.Como documental observacional, Good Luck jamás habla por nadie ni hace grandes excursos poéticos, salvo por las miradas que devuelven los trabajadores y la rara excepción del comienzo. De hecho no hace mucho de nada, salvo mirar y cuidar el cuadro. Pero hay que saber mirar, y con su documental Ben Russell ha capturado con éxito lo que parece ser la ardua realidad de su objeto de estudio.
5.0
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