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Crítica de "El pacto de Adriana", Lissette Orozco obliga al espectador a reflexionar desde el compromiso y la memoria

Para su familia, Adriana Rivas era la tía exitosa que trabajaba en el extranjero y traía regalos cuando volvía de visita a Chile, su país natal. Lo que se enteraron con el tiempo los cambió para siempre. Adriana, alias “La Chany”, había sido la secretaria de Manuel Contreras, director de la DINA, la policía secreta del régimen militar de Augusto Pinochet. Fue acusada por organismos de derechos humanos de participar en torturas, asesinatos y desapariciones de militantes de izquierda.

sábado 07 de mayo de 2022

Las dictaduras de los años ‘70 en el continente latinoamericano fueron las más sangrientas de la historia moderna. Apañadas por los Estados Unidos en su lucha contra el “fantasma del comunismo” dieron vía libre para que los militares al mando en cada país destruyeran a la población de una manera nunca antes vista. Chile fue uno de los países que sufrió este plan sistemático de exterminio. Uno de los mecanismos fundamentales del terrorismo de estado de la dictadura de Augusto Pinochet fue la Dirección de Inteligencia Nacional, (DINA). Creada en 1974, tuvo como director a Manuel “Mamo” Contreras, quien fuera mano derecha de Pinochet. Si no fuera por los organismos de derechos humanos, poco y nada se sabría sobre lo que pasó en la DINA.

El pacto de Adriana (2017), vuelve sobre esta historia. Adriana “Chany” Rivas fue la secretaria de Contreras. Sobre ella pesan violaciones a los derechos humanos como torturas, desapariciones y asesinatos. Ella lo niega. Dice que nunca estuvo ahí. Que no sabía de las torturas. Testigos la ubican en el lugar de los hechos, golpeando a militantes y pasándoles picana. Adriana jura no saber.

Este documental se construye desde la intimidad. Contado en primera persona por su sobrina, Lissette Orozco, por momentos parece un exorcismo familiar. Orozco quiere llegar a la verdad. Por un lado está su tía que niega todo y por el otro las pruebas de testigos, víctimas y familiares de desaparecidos. La trama va hilando testimonios. Orozco habla con su tía y pregunta sin parpadear. “La Chany” vive en Australia luego de fugarse de su país cuando los organismos de derechos humanos la acorralaron con pruebas contundentes. No reconoce lo que a simple vista parece obvio. Orozco con otras acusadas, compañeras de su tía en la DINA, pero todas dicen lo mismo: “no me acuerdo”, “no quiero hablar”, “no estaba ahí”. A medida que avanza el entramado de relaciones familiares con declaraciones ajenas, resulta imposible no pensar en un pacto de silencio.

El pacto de Adriana no solo es un pacto con otros, sus compañeros de tortura, sino consigo misma. “La Chany” inquebrantable tan solo por el hecho de la imposibilidad de admitir el horror. “Cuando se cometen estos actos, uno deja de ser una persona”, le dice un periodista entrevistado a la directora. En este caso admitir es lo mismo que dimitir. Ambas figuras confirman al monstruo.

Un documental responsable, incisivo que deja la puerta abierta al debate. “Las generaciones futuras no queremos volver a vivir las violaciones a los derechos humanos”, dice una joven militante que sostiene una bandera. Marcha en la conmemoración de los 40 años del golpe militar. Tiene conciencia de lo importante que es la memoria para no repetir el pasado.

8.0
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