El viejo truco de la acción repetida

Persecución al límite

En Persecución al límite (Collide,2017) el director británico Eran Creevy renueva sin éxito el cliché del héroe joven y bello de buen corazón que lo entrega todo por amor. Velocidad, autos de lujo, drogas y disparos que recuerdan demasiado a la saga Rápido y furioso (The Fast and the Furious, 2001) y distan mucho de generar un clima original que termina por desplomarse en una historia previsible. Un punto aparte para las presentaciones de Anthony Hopkins y Ben Kingsley, dos maestros de la actuación que no se entiende cómo llegaron a un producto cinematográfico de tan baja calidad.

Persecución al límite
martes 30 de mayo de 2017
En el cine, como en la vida misma, no hay nada nuevo bajo el sol. Los temas son siempre los mismos: amor, odio, venganza, y paremos de contar. Lo interesante es esa creación extra-ordinaria que logran algunos directores de cine al saber mostrar los mismos temas con un matiz nuevo, una marca propia que los vuelve originales a los ojos del espectador. El tema de la violencia, por ejemplo, dista mucho de ser similar en directores como Quentin Tarantino (Tiempos violentos, 1994), Clint Eastwood (Gran Torino, 2010) o Stanley Kubrick (Naranja mecánica, 1971). Si bien estamos hablando de maestros del género, no está demás tomarlos como ejemplos de originalidad en la visión del tema abordado.En Persecución al límite (Collide,2017), el director Eran Creevy se aparta de cualquier posibilidad de serlo. La película intenta ser un thriller pero termina en una verdadera ensalada de lugares comunes: el chico bueno de ojos claros, Nicholas Hoult, (X-Men: Apocalipsis,2016) que se aparta de la delincuencia porque se enamora de la bella barman, Felicity Jones pero debe volver a ese mundo oscuro una vez más para salvar a su amada. A esta altura, Persecución al límite parece más la trama de un videojuego estilo GTA, con constantes planos de autos en velocidad y choques espectaculares demasiado similares a los abordados por Rob Cohen o F. Gary Gray en la saga Rápido y furioso que no despega de un abanico remachado de lugares comunes. La incredulidad de las miles de escenas en las que el protagonista Casey (Hoult) sale ileso, sin un rasguño, luego de volcar cuatro veces a trescientos kilómetros por hora o escapar de un asesino ridículo con barba hipster (el alemán Clemens Schick) resulta demasiado hasta para un espectador que espera este tipo de películas.Persecución al límite es un producto reciclado, ya visto, que envuelve a la trama y los actores en un torbellino de velocidad e insensatez bastante liviano. Esa liviandad se aleja brevemente por unos minutos en la escena en que el narcotraficante Hagen Kahl interpretado por Anthony Hopkins y el desquiciado Geran -Ben Kingsley- dialogan por primera vez. La escena, que transcurre en un restaurante, parece sacada de otra película y recuerda a los buenos tiempos de estos grandes actores.Por otra parte, no se entiende como dos referentes de la pantalla grande como Hopkins y Kingsley aceptaron este proyecto, quienes luego de esa escena en particular caen en el cambalache absurdo de una trama volátil con un final predecible. Anthony Hopkins, enfundado en un traje celeste horripilante, se convierte en una caricatura barata de su mejor Hannibal Lecter. Con Ben Kingsley pasa algo similar. Es una pena que un reparto tan nutrido de figuras se aplaste sin remedio en un argumento simplón, sin ninguna expectativa mayor a mostrar un happy-ending demasiado anunciado.Tal vez, Persecución al límite funcione bien como una película de esas que se pasan en las pantallas de los bares a modo de videoclip postmoderno. Un adorno en otro lugar, pero nunca una verdadera película de acción.
4.0
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