Con las alas del alma

La vida de Calabacín

En casa de los Fontaines viven siete niños de unos diez años de edad, los entrañables protagonistas de la sorprendente La vida de Calabacín (Ma vie de courgette, 2016), film animado de Claude Barras, que narra la historia de un niño que debe aprender a vivir en un orfanato, se estrenó en el 69 Festival de Cannes, y también ganó el Premio del Público en Annecy.

La vida de Calabacín
miércoles 19 de abril de 2017
El tranquilo Courgette (Calabacín), llamado en realidad Icare, nunca conoció a su padre y llega a les Fontaines con su ciervo volador bajo el brazo después de haber matado por accidente a su madre, una alcohólica agresiva. En su nuevo hogar, lejos de la ciudad, empieza a conocer a sus compañeros en la desgracia. Los padres de Simon se drogan todo el tiempo, el padre de Ahmed está en prisión después del robo a una estación de servicio, la madre de Jujube llegó a un estadio avanzadísimo de delirios maniaco-depresivos, la de Béa fue expulsada a África y Alice aún tiene pesadillas con "cosas asquerosas" cometidas por su padre. En cuanto a la hermosa Camille, de la que Courgette se enamora de inmediato, asistió al asesinato de su madre a manos del padre y posteriormente al suicidio de este último. "Se ve en sus ojos que ya lo ha visto todo".Resumidos de este modo sus precoces encuentros con la crueldad del mundo, los siete niños podrían haber figurado en una obra del realismo cinematográfico social más sombrío. Sin embargo, es más dulce y solar el camino escogido por Claude Barras en esta adaptación a cargo de Céline Sciamma (que corrobora así la precisión de su escritura tras la trilogía sobre la adolescencia que firmó con Naissance des pieuvres, Tomboy] y Bande de filles) de la novela Autobiographie d’une courgette, de Gilles Paris. Al contrario que el paradigma habitual que se salda con retratos del lugar de acogida como un espacio de maltratos agravados a la Oliver Twist, les Fontaines constituye un cobijo de paz, propicio a la reconstrucción, a la tolerancia y a la amistad: un acercamiento positivo de la negrura del pasado que no es en ningún caso una edulcoración de las heridas rabiosamente profundas que estos niños portan. En efecto, éstas afloran sin invadir el primer plano, haciendo acto de presencia principalmente mediante silencios y miradas. Así, la película evita la trampa de la sobredramatización, trata con habilidad temas de duras consecuencias (el vacío afectivo, la familia de acogida, el derecho a un hogar, la adopción, etc.) y puede desplegar aún mejor la sencillez de su punto de partida poético y tiernamente empático y su humor bienaventurado.Esta tranquila destilación de su enorme potencial emocional aparece en La vida de Calabacín efectuada gracias a un control impresionante del arte de la animación en stop-motion y el maravilloso juego de contrastes entre sus "personajes-marionetas", muy bien estilizadas y de un naturalismo total en sus diálogos y en sus voces. A ritmo de plano secuencia, la cinta explora un territorio intimista muy alejado del que reina en la animación contemporánea, a base de velocidad y espectáculo. En los ojos inmensos de Courgette y de sus amigos se mezclan la aguda consciencia de la violencia del mundo y todas las virtudes regeneradores de la amistad y de la proyección en un futuro mejor, como un espejo para los espectadores, que algún día fueron niños.
8.0
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