El infierno tan cercano

El viajante

Ganadora del Oscar al mejor film de lengua extranjera, la película tiene la astucia de conjugar un hecho violento que provoca una crisis matrimonial con la obra “La muerte de un viajante” de Arthur Miller.

El viajante
domingo 05 de marzo de 2017

El viajante (Forushande, 2016) dirigida por Asghar Farhadi (director de la también ganadora del Oscar La separación) presenta sus títulos iniciales sobre el decorado de la puesta teatral de una obra. Rápidamente el artificio da espacio a la realidad, en una iraní urbana (opuesta a los universos rurales de Abbas Kiarostami) donde un edificio se desmorona y sus vecinos lo evacuan con urgencia. El descenso apresurado por las escaleras y las luces rojas de la puesta teatral sugieren el infierno en el que sumergirán los protagonistas.

El matrimonio que componen Rana (Taraneh Alidoosti) y Emad (Shahab Hosseini) se ve obligado a alquilar un departamento que pertenecía, según se sugiere en el film, a una prostituta. Sin este dato, la pareja convive con algunas pertenencias que quedaron en el lugar y una noche, mientras ella lo espera a él, algo espantoso sucede fuera de campo. Ella aparece en el hospital tras ser atacada por un ex cliente de la antigua habitante. ¿Fue golpeada, violada o simplemente vivió una situación incómoda? No sabemos y el relato nos sugiere lo peor con una víctima humillada. Pero el punto de vista recae sobre su marido, a quién lo invade una vergüenza social inmensa que sólo remediará con venganza.

La cámara sigue a los personajes, los acorrala e invade su intimidad. La inestabilidad de la misma deja ver espacios sobrecargados de objetos, paredes quebradas con manchas de humedad, y varios vidrios que refractan distintas facetas de los protagonistas. Recursos utilizados para exponer lo dicho y lo innombrable, en una procesión interna que destruye -y desmorona como el edificio- la relación de pareja. Las opiniones de los vecinos o de los compañeros de la obra, se sienten como heridas punzantes mientras ellos se distancian cada vez más entre sí.

De esta manera la obra de Arthur Miller funciona de metáfora de los hechos, al plantear un sutil paralelo mediante diálogos al comienzo que se irán incrementando en tensión y rigurosidad argumental. Demás está decir que realidad y representación se fusionan en un final intenso, y así, los temas esbozados por la clásica obra pasan a ser los mismos que sufre la pareja protagonista.

Asghar Farhadi combina suspenso con la puesta teatral de un clásico para hablar de otras cuestiones que le interesan aún más: el lugar de la mujer en la sociedad iraní contemporánea, la ética y la moral, y otra serie de hipocresías que ponen en jaque la imagen de “buen ciudadano”. La fórmula le funciona, hace un cine contundente y gana el Oscar por segunda vez.

8.0
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