Aproximación al bullicio

The Beatles: Eight Days a Week - The Touring Years

Este exquisito documental de Ron Howard viene a compensar la ausencia de un trabajo que indague en las atribuladas presentaciones en vivo de los “fab four”, hoy reconvertidas en el eje de las paradojas en torno al impacto del grupo en el inconsciente global.

The Beatles: Eight Days a Week - The Touring Years
martes 11 de octubre de 2016
Cuando hablamos de The Beatles siempre debemos tener presente que la agrupación de Liverpool fue al mismo tiempo la eclosión y el cenit de lo que luego se denominaría el mercado adolescente, esa mina de oro que recién comenzaba a ser explotada a mediados del siglo XX por los gigantes de la industria cultural y el capitalismo en general. El talento y el descaro de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr tocaron la fibra íntima de millones de jóvenes alrededor del mundo y provocaron una situación insólita hasta ese momento y que nunca más volvería a repetirse a futuro, por lo menos en dichas dimensiones: el carisma y la actitud de los cuatro muchachos, aunados por supuesto a un repertorio extraordinario, generaron un fenómeno masivo de alcance internacional conocido como la “beatlemanía”, la consecuencia más visible de lo que fue un éxito sin precedentes.Ahora bien, el derrotero de la banda ha sido -y sigue siendo- examinado en innumerables libros, documentales, especiales televisivos y reportajes, todos los cuales suelen mirar un poco de reojo a la inocencia y el frenesí de los fanáticos de los primeros años de la carrera de los británicos; pensemos por ejemplo en The Beatles Anthology (1995), esa especie de autobiografía llevada al extremo máximo de la rigurosidad. Sin embargo, continuamente descubrimos que los responsables historiográficos descuidan, o directamente obvian en sus trabajos, dos elementos que podrían enriquecer el análisis o brindar una perspectiva interesante y complementaria, a saber: un retrato exhaustivo y en primera persona de las presentaciones en vivo de la banda, y la necesidad retórica de por una vez equilibrar el punto de vista del grupo y la reacción de los admiradores, esos diletantes de la locura total.Hoy por suerte la maravillosa The Beatles: Eight Days a Week - The Touring Years (2016) viene a compensar este déficit de muchos años porque aquí se cubren los pormenores de las diversas giras entre 1962/ 1963 y el último show de agosto de 1966 en el Candlestick Park de San Francisco, y en paralelo se reconstruye el delirio surrealista de sus recitales, casi siempre enmarcados en gritos ensordecedores por parte del público femenino a lo largo de todo el evento (una excepción fue la performance en el Budokan Hall de Tokio de junio de 1966, con “alaridos declinantes” durante las canciones). No es del todo una sorpresa la presencia detrás de cámaras de Ron Howard, un señor que se suma al listado de directores de Hollywood que nos han estado ofreciendo excelentes concert movies y/ o documentales (recordemos para el caso lo hecho por Martin Scorsese, Cameron Crowe y Clint Eastwood).El realizador, a partir de un guión sencillo de Mark Monroe, combina mucho material de archivo remasterizado de los shows en vivo y los noticieros televisivos de la época con entrevistas actuales a McCartney, Starr y Richard Lester, entre otros protagonistas de primera mano, no obstante lo más llamativo y valioso del film -en materia de testimonios- se lo debemos a Larry Kane, el único periodista que acompañó a The Beatles en sus giras estadounidenses de 1964 y 1965, toda una serie de aventuras que incluyeron conciertos como el del Gator Bowl de Jacksonville de septiembre de 1964, para el cual los ingleses demandaron y consiguieron que no haya segregación racial en el recinto. Más allá de las palabras ilustrativas de Jon Savage y Elvis Costello, son los aportes nostálgicos y cariñosos de Whoopi Goldberg y Sigourney Weaver, dos asistentes con ticket, los más bienvenidos.Al poner el acento en los tours, Howard cuenta con la posibilidad de explayarse acerca de la beatlemanía, los cambios anímicos dentro del grupo y las transformaciones que fueron padeciendo los eventos en sí: como los muchachos no veían casi nada de dinero por las ventas de los discos y estaban obligados a girar constantemente para abultar sus billeteras, las buenas intenciones del inicio de a poco fueron mutando hacia el cansancio de los grandes estadios y la idea de que la histeria, el parasitismo mediático y el desinterés para con la música pasaron al primer plano. Como si se tratase de una bola de nieve sin control, todo el asunto incluía paradojas en sintonía con la que planteó el show en el Shea Stadium de New York de agosto de 1965, en el que la banda debía conciliar el hecho de que estaban tocando para unas 56.000 personas sin siquiera poder escucharse entre ellos por los gritos.Como decíamos anteriormente, que estemos ante un viejo cuento que -en esencia- ya conocemos de memoria no significa que no sigamos disfrutándolo, especialmente porque la perspectiva del “en vivo” echa luz sobre distintas facetas en simultáneo y nos permite sopesar la magnitud cultural de The Beatles en su justa medida. El cineasta tampoco descuida el trabajo en estudio del cuarteto como régimen opuesto al caos de los conciertos, esa suerte de invernadero avant-garde utilizado para la creación artística y la protección solipsista, alejadas del bullicio del exterior. El documental funciona a la par como una excusa para presentarnos imágenes súper nítidas y reveladoras de los recitales y como un pantallazo alrededor de las dimensiones de la revolución musical/ social y su alcance en el imaginario del período, redirigiendo la mirada hacia la pugna entre la calidad y el circo.
9.0
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