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Crítica de "El hilo rojo": Cuando el hilo se corta

Habría que ver qué vino primero, si Benjamín Vicuña se puso a salir con Eugenia Suárez a partir de "El hilo rojo" (2016) o la película surge a partir de dicho romance. Porque al ver la historia cuyo argumento gira en torno a una “leyenda china” que dice que dos personas están destinadas a encontrarse eternamente –por estar unidas por un hilo rojo invisible-, nos damos cuenta que el dato de color resulta ser de mayor atractivo que la débil trama que presenta.

Crítica de "El hilo rojo": Cuando el hilo se corta
lunes 16 de mayo de 2016

Ella (interpretada por Abril, Eugenia Suárez) es una azafata y él (Manuel, Benjamín Vicuña), un empresario vinicultor en ascenso. Se encuentran en un aeropuerto, escuchando música de Amy Winehouse, y comparten un vuelo. A pesar de que ella lo rechaza repetidamente en la cabina del avión, él insiste en intentar besarla. Acuerdan encontrarse en migraciones, pero un incendio interrumpe sus planes y desalojan el lugar durante unas cinco horas, perdiendo el contacto. No se vuelven a ver hasta siete años después, cuando ambos, ahora con familias, coinciden por motivos laborales en Colombia, específicamente en el destino turístico de Cartagena. Una vez más, ella lo rechaza en múltiples ocasiones, pero él persiste con su ingenua y romántica bondad hasta lograr el tan esperado encuentro.

Si algunas escenas mencionadas parecen incoherentes, es porque la película no pretende tomarse demasiado en serio su argumento. El hilo rojo es más bien una telenovela filmada con una estética publicitaria, donde cada plano parece diseñado para un anuncio de Mastercard. La elección de Cartagena y sus lugares turísticos contribuye a realzar el aspecto visual del film, pero al quitar esta capa, nos encontramos con una historia vacía, carente de contenido, ideas y verosimilitud.

Benjamín Vicuña y Eugenia Suárez resultan insoportables en los arquetipos que interpretan. Él encarna al dulce y tierno sentimental, mientras que ella representa a la fría y bella mujer que disfruta mostrándose inalcanzable. Sus personajes resultan tan estereotipados que llega a desearse que su amor nunca se concrete. Esto no es culpa de los actores, quienes han demostrado su talento en otras películas (La memoria del agua para Vicuña y Abzurdah para Suárez), sino más bien del argumento, que prioriza mostrar sus torsos desnudos por encima de sus personalidades.

El mundo frívolo que presenta la película justifica diálogos propios de una discoteca y situaciones intrascendentes llevadas al extremo, como el incendio en migraciones. Los protagonistas están casados, él con una fotógrafa publicitaria y ella con un mánager de rock, y se desenvuelven en aeropuertos, hoteles de lujo y destinos turísticos. El guion, escrito por los responsables de películas como El desafío (2015) y Extraños en la noche (2011), crea un universo superficial tanto en los personajes como en los escenarios.

Al quitar la capa estética que envuelve la película, nos encontramos con una premisa débil que no logra sostener 90 minutos de un argumento previsible, a excepción del atractivo superficial del romance real que se asemeja al argumento. El sabor a poco puede fácilmente convertirse en nada, dependiendo de cómo se enfoque la película.

4.0
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