La eternidad y un día

Inmortal

La película de Homer Etminani, consagrada en el 18 Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente - BAFICI con el premio a la Mejor Película de la Competencia Latinoamericana, mixtura documental y ficción y aporta una mirada (antropológica, histórica, cotidiana) sobre la muerte. El espacio: un protagonista más.

Inmortal
domingo 24 de abril de 2016
La costa colombiana más alejada de la postal es el territorio de Inmortal (2016), película que opera dentro de un umbral en disputa entre el documental y la ficción, pero con una marcada dirección ensayística. Se trata de una propuesta que tiene muchas ambiciones conceptuales, y que puede resultar un tanto desconcertante para aquel espectador que espere una distinción más marcada entre ambos géneros. Aquí eso no ocurre, y si el tramo final adopta un formato más cercano al del documental, lo hace para ampliar la visión del metraje previo.Dar una síntesis argumental del film es caer en una trampa; la película de Homer Etminani aspira más a un “mapeo” del concepto de “muerto” como cuerpo sin vida, claro, pero también como materia con historia y con un efecto en la memoria de quienes lo lloran. Hay un caso que se destaca, y es el de una chica que busca el cuerpo de su novio muerto y del que –le informa un forense- posiblemente hayan encontrado su brazo. Es la marea la que arrastra esos cuerpos, algunos de ellos producto de los enfrentamientos armados. Hacia aquellos restos va Cosme, un hombre que habitó ese lugar y que parece casi una extensión de ese pueblo en donde la muerte es un protagonista más. Mezcla de chamán y monje silencioso, deja en los restos alguno de los collares que a él mismo le dieron un singular aspecto.En concisos 75 minutos, el realizador propone un relato que va de lo particular a lo general, que ingresa en el territorio de lo ritual sin ningún exotismo. Inmortal también tiene un gran trabajo sonoro, que prescinde de la palabra (un canto a los muertos dice más que un discurso) y que, a tono con la premisa de concentrar la mirada en un espacio con autonomía sin regodeos visuales, nos abre las puertas hacia un mundo bien palpable pero a la vez desconocido.
7.0
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