Hierba mala nunca muere

Hierba

Hierba (2016) de Raúl Perrone pone en escena el cuadro "Almuerzo sobre la hierba" (1863) de Edouard Manet. Lo que empieza como un tableau vivant (actores posando en representación de una obra pictórica) se convierte en un film de 65 minutos cuando los personajes – dos hombres, dos mujeres – cobran vida y se ponen a deambular por una serie de paisajes impresionistas.

Hierba
domingo 17 de abril de 2016
La puesta en escena es anticuada y nos remite al cine mudo, desde la teatralidad de la presentación (que no disfraza el hecho de que el fondo es una pantalla verde sobre la que se proyectan los distintos paisajes), la interpretación de los actores (maquillados en clave expresionista y haciendo morisquetas como los histriones de antaño), un filtro color sepia que remite al daguerrotipo y una banda sonora que emite los chasquidos del vinilo.A pesar de todo esto, Hierba es una película que no pierde cuidado en quebrar la diégesis cinematográfica. Pueden observar tranquilamente que la fruta del almuerzo aún conserva los stickers del supermercado, o la precariedad del chroma-key (pantalla verde) en ciertas escenas. Lean esto si quieren como una declaración de pícara indiferencia por parte de Perrone.La trama se divide en 18 “actos” del tamaño de viñetas y sigue a estos cuatro personajes, unidos en un rabioso cuadrilátero de celo y deseo, a medida que retozan por el bosque como los amantes de "Sueño de una noche de verano", de William Shakespeare. Entre otros despliegues de creatividad, el film utiliza transparencias para yuxtaponer plano y contraplano en un único cuadro, y difuminar la parte inferior de los actores para simular que están sumergidos en agua o follaje.Todo esto resulta un poco monótono una vez que se ha agotado el avistaje de recursos bonitos. Nada sugiere que Perrone no podría haber expresado lo que sea que quiso expresar en formato mediometraje o cortometraje, como lo hace hecho antes. Algunos elementos quedan picando sin que se entienda muy bien su función en la cinta. La aparición de dos cazadores con armas de juguete introduce un elemento antagónico en la historia, pero que alguien descifre la escena en la que, motivados por la aparición de un rostro en el cielo, los personajes se ponen a bailar cumbia.El film concluye con una violación al compás de “My Way” (la versión punk de Sid Vicious), lo cual probablemente es la forma que tiene Perrone de silenciar a sus detractores: con una venia de irreverencia. Se podría hacer una lectura sobre la innata barbaridad del deseo humano y las relaciones que se arman y desarman en base a él, pero el tema probablemente no le importa a Perrone ni debería importarle al público. Como dijo Émile Zola sobre los impresionistas: “para ellos, el tema es solo un pretexto para pintar, mientras que para las masas solo existe el tema”.
5.0
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